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Esto es lo que había que practicar
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Esto es lo que había que practicar

La voluntad del Señor se concreta en el cumplimiento de los mandamientos que cada uno debe de llevar a cabo personalmente y con la ayuda de la Iglesia, y así conseguimos la salvación en esta vida y en la eterna.

Por: Mariano Ruiz Espejo | Fuente: Catholic.net

Recordamos las palabras del Señor Jesús a los fariseos en uno de los relatos evangélicos en los que a éstos, que participaban de la oración y las alabanzas a Dios diariamente en el templo y además “trataban de” y “creían” ser cumplidores de la Ley, Jesús les reprende en grupo para llamarles hipócritas porque tributaban el diezmo al templo en las semillas pequeñas (menta, aneto, comino…) pero despreciaban lo principal: la justicia, la misericordia, y la fe sincera (el amor de Dios). Jesús añadió: “Esto es lo que había que practicar, aunque sin omitir aquello” (Lucas 11,42).

Y ¿cuál es el mandamiento principal que hay que practicar con fe sincera? A un doctor de la Ley le respondió (Marcos 12,29-31; Lucas 10,27-28.37): “Escucha Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas las fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos”. Cumplir el primer mandamiento es practicar la fe sincera. Y cumplir el segundo mandamiento es practicar la compasión y la misericordia, así como la justicia y el derecho, dando a cada uno lo suyo como esperaríamos recibir de ellos si hicieran lo que nosotros hacemos. Es practicar la caridad.

También observamos que en la conversación de Jesús con Marta, la hermana de Lázaro y de María, en Betania, le dijo que una sola cosa es importante. “María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada” (Lucas 10,41-42). Esa parte es escuchar atentamente a Jesús mientras les explica su predicación. Escuchar la palabra de Dios es lo único importante según Jesús, más que multiplicarse en atender muchos asuntos o el servicio a los demás si con ello perdemos de vista lo principal, que es amar a Dios y atenderle.

Como leemos en el evangelio (Mateo 6,33), Jesús dijo: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura”. Esas cosas eran qué comer, qué beber y con qué vestir.

No es buena conducta dejar a Dios para el final de la vida, o para momentos de cumplimiento evidente como incluso podría ser “oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar” que es un mandamiento de la Santa Madre Iglesia y que hay que cumplir, pero si mientras todas nuestras demás acciones se dirigiesen a asuntos de este mundo como enriquecerse aunque sea lícitamente, o distraerse con la mundanidad, etc. podríamos desorientar nuestras vidas. Jesús quiere que le escuchemos y conozcamos su palabra, porque por ella seremos juzgados un día por el Padre y Él, por su palabra. Creyendo en Él nos salvaremos, y con nuestra perseverancia (en la práctica de la fe y las buenas obras) salvaremos nuestras almas (Lucas 21,19). Son palabras de Jesús a sus discípulos.




En el “Padre nuestro”, oración que rezamos con frecuencia, por ejemplo en cada misa, decimos al Padre de Jesús y Padre nuestro que “santificado sea tu nombre”, y esto lo podemos hacer nosotros mediante la oración, participación en misas, recibiendo sacramentos debidamente preparados, predicaciones, meditaciones, rezando, leyendo la Sagrada Escritura y otros libros o artículos que ayuden a nuestra fe, actualmente en internet tenemos esta posibilidad en páginas indudablemente católicas… Decimos también que “venga a nosotros Tu reino”, que “hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo”. El reino de Dios nos vino por Dios Padre desde el origen del mundo y por el Hijo Jesús en un tiempo concreto de la historia con su encarnación en el seno de María santísima, y también por la venida del Espíritu Santo al colegio apostólico por voluntad de Jesús resucitado.

La voluntad del Señor se concreta en el cumplimiento de los mandamientos que cada uno debe de llevar a cabo personalmente y con la ayuda de la Iglesia, y así conseguimos la salvación en esta vida y en la eterna. La voluntad de Dios en nosotros se concreta también en servir a Dios y a los hombres. No solo a los hombres dejando a Dios de lado, sino en primer lugar a Dios y como consecuencia también a los hombres, porque no se puede amar a Dios despreciando a los hombres, ni amar bien a los hombres despreciando antes a Dios.

El amor es el lugar de encuentro del hombre con Dios y con el prójimo, y se comienza a amar escuchándoles, aprendiendo de Dios y compadeciéndonos del prójimo. Cumpliendo los mandamientos de vida, amor y justicia. Sin anular la gracia y la verdad que nos han llegado por Jesucristo como comenta el evangelio (Juan 1,17). Pues si por la ley se obtuviera la salvación, en vano habría muerto y resucitado Jesús. Dios tendrá preparado para los fieles un lugar en el cielo, donde encontraremos la salvación eterna si somos fieles y leales a su palabra en esta vida hasta nuestro encuentro con el Señor que nos espera con un lugar de su amabilísimo corazón para acogernos un día, tal y como quiere de nosotros y espera de nuestra voluntad y con actos concretos para ello.

¿Tienes alguna pregunta, comentario o sugerencia? Escribe Mariano Ruiz Espejo   consultor en Catholic.net