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Navidad y San Esteban
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Navidad y San Esteban

Mateo 10, 17-22. No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre.


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Pero, cuando los enjuicien, no se preocupen por lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque, en ese momento se les inspirará lo que han de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes. El hermano entregará al hermano a la muerte, y el padre a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin se salvará.”





Reflexión


La alegría íntima de la solemnidad navideña apenas celebrada, envuelve con su atmósfera mística también el día de hoy que le sigue inmediatamente. Nuestras almas respiran todavía en ese ambiente de maravilla ante el gran acontecimiento que se ha realizado. Es el aconte-cimiento o, mejor dicho, el misterio del Hijo de Dios que nace en Belén como Hijo del hombre, para hacerse nuestro hermano y salvador.





Este misterio es tan insondable, que nunca lo meditaremos bastante. Por eso, la Iglesia nos lo propone cada año, para una conmemoración prolongada durante varios días: durante el ciclo litúrgico de Navidad.





Según nos cuenta San Gregario de Niza, en los primeros siglos cristianos se quiso solemnizar en torno a Navidad a los grandes Santos que fueron los primeros testigos de Cristo. (San Esteban es uno de ellos).





Hoy la liturgia conmemora el nacimiento a la vida eterna del primer mártir San Esteban, joven diácono lapidado en el inicio de la historia de la Iglesia.





Otro santo de la Iglesia antigua, San Fulgencio nos comenta la relación entre Navidad y San Esteban diciendo: “Ayer celebramos el nacimiento de nuestro Rey eterno; hoy celebramos el triunfal martirio de su soldado. Ayer nuestro Rey, (revestido con el manto de la carne) saliendo del seno virginal, se ha dignado visitar el mundo: hoy el soldado, saliendo del tabernáculo de su cuerpo, ha emigrado al cielo”.





Entre la fiesta de Navidad y la del Protomártir existe una profunda conexión en el orden de la santidad y la gracia. Cristo, Rey de la historia y Redentor del hombre, se sitúa en el centro de ese camino hacia la perfección, a la que llama a todo hombre.





San Esteban ha sido el primero en seguirle al Señor por ese camino de santidad. Fue su testigo – a través de su palabra valiente, su servicio desinteresado a los pobres (como diácono), su constancia durante el proceso y, sobre todo, por su muerte heroica. Su figura se agranda y se ilumina a la luz de su Señor y Maestro. Sólo el Señor Jesús da la ayuda y el consuelo necesarios a las almas para ser fieles hasta la muerte.





Creo que de esto podemos sacar una preciosa lección para todos nosotros: al mirar a San Esteban en la perspectiva de la Navidad, debemos recoger su ejemplo y su enseñanza, que claramente nos conducen hacia Cristo. Porque el Niño nacido en la gruta de Belén, se encamina ya hacia el monte Calvario donde entregará la vida como su discípulo Esteban.





Queridos hermanos, juntos al Hijo de Dios nacido en Navidad, todos nosotros hemos sido convertidos en hijos de Dios y llamados a vivir como hijos de Dios. Y si somos fieles a este camino, también, todos nosotros seremos coronados algún día allá arriba, como fue coronado el primero de los mártires, San Esteban. Que la Virgen María nos acompañe siempre en nuestro camino.





¡Qué así sea!


En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.


Amén.





Padre Nicolás Schwizer


Instituto de los Padres de Schoenstatt








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