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Y se acercó
Identidad

Y se acercó

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Madre mía, en este día me pongo en tu regazo y me confío a tus brazos protectores. Quiero que Tú me lleves a Jesús y me enseñes a amarlo con todo mi corazón. Solamente Tú sabes muy bien lo que a Él le gusta, por lo que te pido que me acompañes en este rato de oración para que pueda conocer más profundamente a tu Hijo, para que pueda darle generosamente cada día lo que me pueda pedir.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 8, 5-17

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un oficial romano y le dijo: “Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama, paralítico, y sufre mucho”. Él contestó: “Voy a curarlo”. Pero el oficial le replicó: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; con que digas una sola palabra, mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; cuando le digo a uno: ‘¡Ve!’, él va; al otro: ‘¡Ven!’, y viene; a mi criado: ‘¡Haz esto!, y lo hace”. Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían; “Yo les aseguro que en ningún israelita he hallado una fe tan grande. Les aseguro que muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos. En cambio, a los herederos del Reino los echarán fuera, a las tinieblas. Ahí será el llanto y la desesperación”. Jesús le dijo al oficial romano: “Vuelve a tu casa y que se te cumpla lo que has creído”. Y en aquel momento se curó el criado. Al llegar Jesús a la casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Entonces la tomó de la mano y desapareció la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirles. Al atardecer le trajeron muchos endemoniados. Él expulsó a los demonios con su palabra y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo dicho por el profeta Isaías: Él hizo suyas nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

«Se le acercó un oficial romano». Puede pasarnos como a tantas personas del tiempo de Jesús que estando tan cerca de Él, en realidad estaban muy lejos. Escuchaban sus palabras, lo seguían por los caminos, veían sus milagros e incluso algún favor habrían recibido de Él. Pero ¿qué nos enseña este romano del siglo primero? ¿Qué podemos aprender de Él?

Lo primero es que se acercó. Pero lo hizo con todo su ser y con toda la conciencia de saber delante de quién se encontraba. Estaba con toda su mente y corazón delante de alguien más poderoso que Él. Quería estar ahí y sabía la motivación que lo impulsaba a presentarse a Jesús. Y se pone delante con sus necesidades y preocupaciones. Se sabe pecador, pues era un pagano, pero conoce a ese Maestro que desde que lo miró lo amó.

«No soy digno de que entres en mi casa» Estas palabras han quedado como emblema de todo fiel que se acerca a la Eucaristía, porque aun conociendo el pecado y la miseria personal sabe que necesita de ese Dios que pueda curar sus enfermedades. ¿Quién es digno de recibir al mismo Dios en el corazón? Sin embargo, el cristiano, como lo hizo en su momento el centurión, se acerca sabiendo delante de quién se encuentra y de la gran necesidad que tiene de ese amor tan grande y poderoso que es capaz de sanar cualquier herida del corazón.

Y he ahí que muchas veces, antes de que podamos decir cualquier cosa y declarar nuestra miseria personal, nos encontramos con que Jesús ya se ha acercado y nos ha abrazado y nos ha llenado de amor, porque si nos acercamos a Jesús con un poco de sed, Él no tarda en salir a nuestro encuentro y colmarnos de su gracia.

«Él, ante el problema que lo afligía, habría podido agitarse y pretender ser atendido imponiendo su autoridad; habría podido convencer con insistencia, hasta forzar a Jesús a ir a su casa. En cambio se hace pequeño, discreto, manso, no alza la voz y no quiere molestar. Se comporta, quizás sin saberlo, según el estilo de Dios, que es “manso y humilde de corazón”. En efecto, Dios, que es amor, llega incluso a servirnos por amor: con nosotros es paciente, comprensivo, siempre solícito y bien dispuesto, sufre por nuestros errores y busca el modo para ayudarnos y hacernos mejores».
(Homilía de S.S. Francisco, 29 de mayo de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy voy a dedicar un momento para orar en la presencia de Jesús. Muchas veces voy corriendo de un lado a otro solucionando un sinfín de problemas y poco a poco mi corazón se va secando. Quiero acercarme a su presencia como lo hizo el soldado romano para que sane mis heridas y sacie mi sed.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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