«Me marcho». Fue ésa la conclusión a la que llegó Guillermo Morán González, político del Partido Socialista Español (PSOE) después de conocer los proyectos de ley impulsados por su partido. Los proyectos buscaban –y siguen buscando– la aprobación del matrimonio entre homosexuales y la adopción de niños por estas parejas. En su escrito de dimisión afirma que, al ser «profundamente católico, (…) me encuentro en una situación muy incómoda, en una organización que maltrata a la familia».
Guillermo Morán había sido nombrado Secretario de Medio Ambiente para el Ayuntamiento de Puerto de Santa María (Cádiz). Su gesto no pasó desapercibido. Después de conocerse la noticia a través del Diario de Cádiz, el periódico recibió más de 1200 mensajes electrónicos aplaudiendo su decisión y testimonio.
Pero no es el único caso. También un italiano, Rocco Buttiglione, tuvo que renunciar al cargo de Comisario Europeo de Justicia a causa de sus convicciones católicas.
El Parlamento Europeo hace una entrevista a los nuevos miembros de la Comisión Europea antes de que accedan a su cargo. Es un procedimiento de rutina. Los problemas comenzaron cuando se preguntó a Buttiglione qué opinaba de la homosexualidad. Dijo que, en su calidad de católico, los actos homosexuales son pecaminosos (ojo: los actos, no la condición homosexual) y que, aunque distingue entre los dictados de su fe y las normas civiles, no legislaría en contra de sus principios de fe.
En otras palabras, que no pueden contar con él para la aprobación del así llamado “matrimonio homosexual”. Tormenta. «Buttiglione, homófobo e integrista», dijeron unos. «Volvemos a los tiempos de la Inquisición», etc. Entrevistado por la cadena BBC, el imputado afirmó: «si me van a discriminar por católico, prefiero ser un católico». Y también: «Si me amenazaran con cortarme la cabeza por mis creencias, no sé si me alcanzaría mi fe; pero tengo fe suficiente para renunciar a mi trabajo en la Comisión [Europea], si eso fuera necesario».
Alguien comentó, no sin cierta ironía: «Dentro de poco, los católicos tendrán que vivir en campos de concentración. Todos tienen derecho a expresar sus convicciones públicamente, excepto ellos». Hoy en día, los que se autodenominan “tolerantes”, son precisamente los más intolerantes. No soportan la visión cristiana. Podemos llamarlos, sin exagerar, laicos integristas, fanáticos del laicismo.
Hace años un sacerdote católico se encontraba en Egipto, en El Cairo. Entró a una peluquería y el peluquero, que era musulmán, le dijo: «Dentro de poco comenzará la oración del viernes y deberé interrumpir por un tiempo mi trabajo. Le recomiendo que vaya allá enfrente, al peluquero cristiano. Así no perderá tiempo». Manifestar las propias convicciones ante otros no es una falta de respeto. Es lo normal.
Y tú, ¿dónde tienes tu fe? Si es el caso, sácala de la sacristía; no la tengas debajo del celemín, sino sobre el candelero (cf. Mt 5,15).
Con información de www.hazteoir.org y de www.aciprensa.com.
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