En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Hoy, Señor, quiero alabarte, quiero darte gloria con todo mi corazón. Tú me conoces bien. Conoces mi pobreza y mi miseria. Sin embargo has querido venir a mi corazón. Has tocado a mi puerta y me has mirado. Por eso quiero darte gracias y alabarte, porque siendo Dios, has venido como Pastor a las ovejas necesitadas de tu luz. Has venido a mostrarnos el camino, la verdad y la vida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 16-21
En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al niño, acostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño y cuantos los oían quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado. Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Estos días navideños son muy propicios para reflexionar y pensar en el gran misterio del nacimiento de Cristo, pero ¿cómo meditar? En el silencio. Cuántas veces se pasan las navidades y nos preguntamos ¿Qué hice estas navidades? ¿Qué me dejó y dijo Jesús? Y nos podemos dar cuenta que se nos han pasado volando y apenas hemos dedicado un tiempo largo para estar delante de Él, en el silencio, escuchándolo…
Ahora veamos cómo vivieron los pastores la primera navidad. Cómo recibieron al Mesías en esa noche fría, en una cueva oscura. Lo primero que vemos es un corazón sencillo. Los pastores no eran gente muy preparada, eran, más bien, gente muy humilde. Al mismo tiempo eran gente auténtica, se mostraban como eran, no había apariencias. Eran gente que escuchaba; apenas escucharon el mensaje del ángel, se fueron directos a ver a ese Mesías. Y, finalmente, era gente de fe. Supieron ver al Mesías, al Rey, aun en medio de la suciedad de un establo. Supieron reconocerlo en ese niño envuelto en pañales.
Y en estas navidades nos enseñan en primer lugar a ser sencillos, a presentarnos delante del Señor como somos, sin apariencias, porque en el fondo Él conoce nuestro corazón. Nos enseñan a hablarle a Jesús con pocas palabras, pero con mucho corazón. Y, al mismo tiempo, nos enseñan a escuchar. ¿Qué es lo que nos quiere pedir Jesús hoy? No hay que tener miedo a ponernos en sus manos, a confiar. Finalmente, nos invitan a tener fe, a ver más allá; a ver realmente a Jesús, en la Eucaristía y a no acostumbrarnos al misterio de la Navidad.
«Al comienzo de un nuevo año, la Iglesia nos hace contemplar la Maternidad de María como icono de la paz. La promesa antigua se cumple en su persona. Ella ha creído en las palabras del ángel, ha concebido al Hijo, se ha convertido en la Madre del Señor. A través de ella, a través de su “sí”, ha llegado la plenitud de los tiempos. […] Bienaventurada eres tú, María, porque has dado al mundo al Hijo de Dios; pero todavía más dichosa por haber creído en él. Llena de fe, has concebido a Jesús antes en tu corazón que en tu seno, para hacerte Madre de todos los creyentes (cf. San Agustín). Madre, derrama sobre nosotros tu bendición en este día consagrado a ti; muéstranos el rostro de tu Hijo Jesús, que trae a todo el mundo misericordia y paz. Amén».
(Homilía de S.S. Francisco, 1 de enero de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, Jesús, voy a estar especialmente atento a la misa dominical y a lo que Tú me quieras decir.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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