En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Creo en ti, Señor, pero necesito creer más porque a veces hay mucha oscuridad en mi vida. Confío en ti, pero quiero confiar mejor porque muchas veces dudo de ti y de tu amor. Te quiero, pero quiero amarte más porque Tú me has amado primero y hasta el extremo. Señor, ayúdame. Enséñame a orar. Te agradezco esta oportunidad de estar en contacto contigo. Perdona mis faltas y pecados y dame la gracia de jamás dejarte solo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 13, 1-23
Un día, salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo: “Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino: vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa, pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron sobre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno, otros, sesenta: y otros treinta. El que tenga oídos, que oiga.” Después se le acercaron sus discípulos y le preguntaron: “¿Por qué les hablas en parábolas?”. Él les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos, pero a ellos no. Al que tiene se le dará en abundancia; pero al que tiene poco, aún eso poco se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo, no ven y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice: Oirán una y otra vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán, porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón, Porque no quieren convertirse ni que yo los salve. Pero, dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron. Escuchen pues, ustedes, lo que significa la parábola del sembrador. A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos que cayeron a lo largo del camino. Lo sembrado sobre terreno pedregoso, significa al que oye la palabra, y la acepta inmediatamente con alegría, pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre espinos, representa aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan y se queda sin fruto. En cambio, lo sembrado en tierra buena, representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto: unos, el ciento por uno; otros el sesenta; y otros, el treinta”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
La semilla siempre es del sembrador. La tierra es lo que yo te puedo ofrecer. Bien sabes, Señor, el tipo de tierra que soy. Tal vez soy terreno pedregoso, o llena de espinos, o un simple camino, pero no dejes de lanzar en mí tu semilla porque, incluso en esos campos, puede que algún día crezca lo que sembraste.
Si soy camino, ayúdame a romper el asfalto y buscar la tierra en la que puedas depositar tu semilla. Quiebra el cemento de mi soberbia, de mi orgullo, de mi vanidad. Taladra el egoísmo, la envidia y la pereza. Rompe esa capa de pavimento que se resiste a mostrar la tierra buena que hay en mí; que no se ve, pero que sí está. Por eso te pido que, por más duro que pueda ser mi corazón, no dejes de sembrar en él tu Palabra, porque ella, tarde o temprano, penetrará y, germinando, producirá frutos, así como vemos a veces que en medio de las calles surgen pequeñas plantas, que si dejamos crecer pueden destruir las más resistentes capas de asfalto.
Si soy terreno pedregoso, no te desanimes, Señor. Ayúdame con paciencia a ir sacando poco a poco todas esas piedras que impiden que tu semilla crezca sana y resistente. Ayúdame a recoger la piedra de la ira, del enojo o de la impaciencia. Toma las rocas de mi lujuria, de mi avaricia y aléjalas de mi campo. Ordena las piedras de mis defectos, de mis pecados y debilidades. Ayúdame, incluso, a ir recogiendo esas piedras grandes o pequeñas e irlas poniendo como cerco para custodiar la planta de tu Palabra.
Si soy tierra llena de espinas sigue siempre lanzando tu mensaje. Juntos, Tú y yo podemos ir arrancando esas espinas que ocupan espacio sin producir nada fecundo en mi vida, y que, por el contrario, impiden que tu buena siembra crezca y produzca en mí. Las espinas de mi falsa apariencia, de la búsqueda de recompensa por todo lo que hago, de mis dobles intenciones, de mis chismes, de mis desánimos en la lucha por la santidad. Arranca de raíz las mentiras de mi vida, las imágenes falsas que aparento ante los demás. No permitas, Señor, que todas estas cosas ensucien mi campo y ahoguen tu Palabra.
Si soy tierra buena, ayúdame a no descuidarla y mantenerla siempre disponible para acoger tu Palabra y que siga produciendo frutos abundantes. No permitas que la siembre de espinas, o que la asfalte para resistirme a tus exigencias. No permitas que crezcan en mí las plantas de la soberbia que me pueden hacer creer mejor que los demás por ser campos no tan buenos como yo, o creer que yo mismo he merecido el campo que tengo, o que es toda obra mía el poseer y cultivar un campo así. Por el contrario, que sea tierra rica en virtudes, en actitudes y sentimientos santos que acoja tu semilla y la haga crecer y fructificar según tus designios.
«El camino adecuado es recibir con docilidad la palabra, conocer la palabra y pedir al Espíritu la gracia de hacerla conocer. Y además dar lugar para que esta semilla germine y crezca en aquellas actitudes de bondad, docilidad, benevolencia, paz, caridad, dominio de sí: todo esto que hace el estilo cristiano».
(Homilía de S.S. Francisco, 12 de mayo de 2017, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré ayudar desinteresadamente a alguien que necesite de mi ayuda.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Suscríbete a nuestro boletín de servicios diarios. Evangelio, Meditación y Santoral en un sólo mensaje.
NOTICIAS
Encuentro de Coordinadores Diocesanos fortalece la Educación Católica en Paraguay
En el marco del Congreso Nacional de Educación Católica y como parte de las iniciativas impulsadas en dicha actividad, se…
Histórica ceremonia de graduación de la primera promoción de doctores en Enfermería de Paraguay
Ayer jueves 17 de octubre, en un evento lleno de emoción y solemnidad, se llevó a cabo la histórica ceremonia…
Docentes de la UC Unidad Pedagógica Carapeguá publican artículo sobre Inteligencia Artificial
Los profesores Dr. Luciano Román Medina, Dra. María Luján Amarilla Gaette y el Mg. Venialdo Santacruz Zárate, docentes de la…