El Buen Pastor
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da la vida por sus ovejas. En cambio, el asalariado, el que no es el pastor ni el dueño de las ovejas, cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; el lobo se arroja sobre ellas y las dispersa, porque a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Yo doy la vida por mis ovejas. Tengo además otras ovejas que no son de este redil y es necesario que las traiga también a ellas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor. El Padre me ama porque doy mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita; yo la doy porque quiero. Tengo poder para darla y lo tengo también para volverla a tomar. Este es el mandato que he recibido de mi Padre”.
¿Por qué Jesús dijo que daba la vida voluntariamente?
Todos los seres vivos, y particularmente los seres humanos, tenemos inscrito en nosotros un instinto a conservar la propia vida, se conoce como instinto de supervivencia.
Opera automáticamente en nuestro organismo, sin embargo, no es autónomo o ingobernable. Podemos, a través de nuestra mente y nuestro libre albedrío conducirlo, orientarlo. Esta capacidad es la que nos ayuda a comprender estas palabras de Jesús: “no son ellos los que me quitan la vida, yo la doy voluntariamente”, que hemos escuchado en el Evangelio de este domingo.
El Señor ejerció un servicio evangelizador durante varios años, principalmente en la región de Galilea donde se encontraban muchas poblaciones judías pobres. Él mismo establecía sus itinerarios de visita a distintos pueblos y ciudades, y de palabra y obra testimoniaba la cercanía del Reino de los Cielos.
Ahora bien, como consecuencia de esta forma de actuar y hablar, el Señor se ganó algunos antagonistas. Veamos algunas de las acusaciones que le hacían: sana a las personas en sábado; siendo Galileo se presenta como el Mesías; llama a Dios su Padre y con ello se iguala a Él; ha llegado a decir que el Templo será destruido; cuando se le piden señales se rehusa a darlas; confronta a los escribas, los fariseos y otras autoridades.
Si es verdad que Jesús llegó a congregar multitudes, es también cierto que no aprovechó esto para hacer un movimiento creciente de masas o llevar adelante una revolución violenta. Rechazó abiertamente las ocasiones de que le proclamaran Rey. Jesús se dio cuenta de que su vida terminaría pronto y por medios violentos. Si sus principales oponentes eran gente pública, era más probable que usaran los medios públicos para deshacerse de él, pero el Señor aplicó su inteligencia y su voluntad libre para aclarar: “no son ellos los que me quitan la vida, soy yo quien la da voluntariamente”.
Mons. Salvador Martínez es rector de la Basílica de Guadalupe
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