En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, concédeme el día de hoy crecer en la convicción de que mi vida solo tiene sentido si está cimentada y arraigada en Ti. Mi vida es un don, que he recibido de manos de un Padre que me ama. ¿Para qué vivo?, ¿por qué he recibido este don? La vida es un don que es necesario descubrir. Tiene un inicio y un fin que alcanzar. Hay un valor que debo descubrir y esto solo se logra entrando en lo más íntimo de mi ser. ¿Cuál es el valor de mi vida?
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 13, 1-9
En aquel tiempo, algunos hombres fueron a ver a Jesús y le contaron que Pilato había mandado matar a unos galileos, mientras estaban ofreciendo sus sacrificios. Jesús les hizo este comentario: “¿Piensan ustedes que aquellos galileos, porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos? Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de manera semejante. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan acaso que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? Ciertamente que no; y si ustedes no se arrepienten, perecerán de manera semejante”.
Entonces les dijo esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo; fue a buscar higos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Mira, durante tres años seguidos he venido a buscar higos en esta higuera y no los he encontrado. Córtala. ¿Para qué ocupa la tierra inútilmente?’ El viñador le contestó: ‘Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono, para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré’”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En el Evangelio, centrándonos en la parábola, vemos como el dueño de una viña va en busca de los frutos de su higuera y no los encuentra. Desea arrancarla, pues no es la primera vez que sucede esto y es inútil que ocupe el terreno estérilmente, pero hay alguien que interviene y busca darle una oportunidad más, cavará a su alrederor y echará abono. En esta parábola que el Señor nos da, podemos descubrir el valor de nuestra vida y que hay que dar fruto.
Nuestra vida es como esa semilla que fue sembrada y que creció hasta convertirse en un arbusto, pero no basta eso, debe de dar frutos. Vivimos para dar frutos para el cielo, para la eternidad, lo que se traduce en el lenguaje del amor, de la caridad, del perdón, de la alegría, etc. El pecado, los criterios del mundo y las asechanzas del enemigo buscan secar la tierra en la que estamos plantados, pero Cristo, al hacerse hombre, ha venido para liberarnos y abonar, con su amor y entrega en la cruz, nuestra tierra, para que nuestra vida esté cimentada en la verdad y dé mucho fruto.
En esta Cuaresma descubramos el valor de nuestra vida. Dejemos que el Señor nos llene de su gracia y haga de nosotros una higuera que dé mucho fruto, pero, sobre todo, buen fruto. Que el llamado a la conversión sea un llamado a dar fruto y no solo a cambiar.
«Todo esto nos lleva a mirar hacia nuestras raíces, a lo que nos sostiene a lo largo del tiempo, nos sostiene a lo largo de la historia para crecer hacia arriba y dar fruto. Las raíces. Sin raíces no hay flores, no hay frutos. Decía un poeta que “todo lo que el árbol tiene de florido le viene de lo que tiene de soterrado”, las raíces. Nuestras vocaciones tendrán siempre esa doble dimensión: raíces en la tierra y corazón en el cielo. No se olviden esto. Cuando falta alguna de estas dos, algo comienza a andar mal y nuestra vida poco a poco se marchita, como un árbol que no tiene raíces, marchita.»
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de enero de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Voy aprovechar este tiempo de Cuaresma para revisar qué tengo que hacer para dar más frutos.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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