Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Cristo, Rey de mi corazón, ayúdame con tu gracia para poder encontrarme contigo en este momento. Que, al contemplarte totalmente herido de amor por mí, sea capaz de unirme a ti y pueda experimentar cómo quieres reinar en mi corazón.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 23, 35-43
Cuando Jesús estaba ya crucificado, las autoridades le hacían muecas, diciendo: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido”.
También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían: “Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en griego, latín y hebreo, que decía: “Este es el rey de los judíos”.
Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole: “Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro le reclamaba, indignado: “¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste ningún mal ha hecho”. Y le decía a Jesús: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”. Jesús le respondió: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Palabra de Dios.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hace algunos meses tuve la experiencia de escuchar en vivo la canción de Martín Valverde titulada «Nadie te ama como Yo». Esta canción nos pone enfrente de la escena del Evangelio de hoy, el calvario. Allí contemplamos el mayor amor que se da y quiere ser acogido. Ese mismo amor del que habla la canción es ciertamente el amor de Cristo que, desde la Cruz, reina con dolor y sufrimiento. Cristo nos da la enseñanza de lo más grande de su amor que es darse totalmente por nosotros en la Cruz. Podemos situarnos en la escena misma del calvario en la cual vemos a Cristo sufriendo por amor. Dejemos que solo con su mirada nos diga cuánto ha esperado estar con nosotros en este momento, cuánto ha esperado que nosotros estuviéramos escuchando las palabras del buen ladrón «Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí», cuánto Cristo espera que hablemos con Él y así mismo le digamos, Señor nadie te ama como yo.
Que toda esta experiencia, en intimidad con el Rey de nuestras vidas nos mueva hoy a poder entender la experiencia del amor de Cristo, y de esta experiencia personal lo podamos dar a otros. Dejémonos penetrar por el verdadero amor de Jesucristo que cambia nuestra vida y toca a todos los que nos rodean.
Señor, ayúdame a comprender el amor que tienes por mí. Que esta experiencia de amor personal toque mi corazón y me impulse a amarte.
«Pero, ¿cuál es la perfección del amor? Es también amar a nuestros enemigos y amarlos para que se hagan hermanos […]. Así amó quien, colgado en la cruz, dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Cuando estaba clavado en la cruz, caminaba precisamente por este camino, que es el camino de la caridad. Queridos hermanos, estos son también hoy para vosotros el desafío y la responsabilidad: ¡vivir en vuestras comunidades de tal manera que podáis experimentar juntos a Dios y mostrarlo vivo al mundo! La experiencia del Señor, como Él es, como Él nos busca cada día. Que María, madre de Jesús y figura luminosa de la Iglesia, os acompañe y proteja siempre. Os bendigo de corazón y os pido, por favor, que recéis por mí. Gracias».
(Discurso de S.S. Francisco, 13 de septiembre de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Renovaré mi amor al Señor durante el día, diciendo: Me toca a mí, de mí depende, el que tus palabras, Señor, no se pierdan. Me toca a mí el que tu mensaje de salvación llegue a todos los hombres. Me toca a mí vivir de tal manera tu palabra que, cuantos me vean, den gloria a Dios y se sientan impulsados por tu gracia a participar de mi fe y a dar testimonio vivo de ella.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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