La duda de José
María no sólo cumple la voluntad de Dios, se abandona, descansa, en ella. También en el episodio que se avecina, una prueba más -y no pequeña-: la duda de José.
Al volver María de la visita a Isabel su estado se hace ya visible, y José se da cuenta. «La generación de Jesucristo fue así: Estando desposada su madre María con José, antes de que conviviesen, se encontró que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo. José su esposo, como era justo y no quería exponerla a infamia, pensó repudiarla en secreto»(Mt).
José no duda de la integridad de vida moral de María. Es, más bien, la sorpresa del que se da cuenta de que algo grande ha ocurrido, y él no sabe qué es. Ha visto el rápido viaje de María a ver a Isabel, el embarazo de la que era estéril; ha visto la alegría en el rostro de María, su vida de oración. Pero no lo sabe todo, y algo no cuadra en el conjunto. Es posible que perciba, no sin luz de Dios, que algo santo ha ocurrido y se sienta indigno de ser partícipe de aquellos sucesos. Y decide retirarse, asumiendo un repudio que, a los ojos de tantos, le hace culpable de un abandonar a la que debía ser su esposa y a su hijo. Acepta la infamia y se angustia en su corazón; pero no ve otra solución.
Misión de José
«Estando él considerando estas cosas, he aquí que un ángel del Señor se la apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados»(Mt).
Y, de este modo sorprendente se le introduce más en los planes de Dios, se le da a conocer que El Verbo se ha hecho carne, que María va ser Madre del Hijo de Dios, del Salvador del mundo y de Israel. Isabel da a luz en su ancianidad un hijo que será el Precursor del Mesías Salvador. Y José va ser ante los hombres, y en su corazón, el padre de ese Hijo que sólo es Hijo de Dios. Él va a ser el que guarde la honra de María y de Jesús. Él les va alimentar. Él le va a dar nombre y con él la descendencia legal que le conecta con el rey David. Él va a cuidar a los dos en los diversos avatares de la vida, como se verá en la huída a Egipto. Él les va a hacer partícipes de su vida de trabajo. A cambio, se le va dar una intimidad con Dios a un nivel más alto de la justicia hasta entonces vivida, y se le va ofrecer una vida de familia insuperable: convivir con la Esposa del Espíritu Santo, también esposa suya, y con el Hijo de Dios. Más no se puede pedir en esta vida. Dios no se deja ganar en generosidad. Y José se introduce en los planes de Dios
La obediencia de José
«Todo esto ha ocurrido para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del Profeta: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien llamarán Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros.
Al despertarse José hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su esposa. Y, sin que la hubiera conocido, dio ella a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús»(Mt).
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