«El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras dormían los hombres, vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y echó espiga, entonces apareció también la cizaña. Los siervos del amo acudieron a decirle: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña? Él les dijo: Algún enemigo lo hizo. Le respondieron los siervos: ¿Quieres que vayamos y la arranquemos? Pero Él les respondió: No, no sea que, al arrancar la cizaña, arranquéis junto con ella el trigo. Dejad que crezcan ambas hasta la siega. Y al tiempo de la siega diré a los segadores: arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla; el trigo, en cambio, almacenadlo en mi granero».
La existencia del mal en el mundo
Dormirse porque se han hecho bien las cosas, no es cosa buena; hay que contar con la acción de los diversos enemigos entre los que destaca el diablo. Es un misterio que Dios permita la acción del diablo y la malicia de los pervertidores. No hay que escandalizarse ante la presencia del mal en el mundo; la extirpación definitiva de todos los males se dará en la fase última del reino. En la fase inicial se trata de sembrar, en la intermedia vigilar, sólo en la definitiva, cosechar.
La explicación
Y, como en la parábola anterior, los discípulos querían más explicaciones y acuden a solas a Jesús que aclara el sentido más hondo de las parábolas.
El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo; los segadores son los ángeles. Del mismo modo que se reúne la cizaña y se quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles y apartarán de su Reino a todos los que causan escándalo y obran la maldad, y los arrojarán en el horno del fuego. Allí será el llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el Sol en el Reino de su Padre. Quien tenga oídos, que oiga»(Mt)
Jesús, en la explicación, ha añadido un dato importante: el reino tiene una fase o dimensión escatológica, es decir, existe un juicio, un premio eterno y un castigo, también eterno. Tener en cuenta esto es muy importante. No caben indiferencias: existe el cielo y el infierno para los que acepten o rechacen el Reino. También es importante porque coloca en su sitio la misión del Mesías que no venía a establecer un reino temporal.
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