En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que no tenga miedo a conocerte de una forma diversa, que te pueda abrir mi corazón para que me concedas un conocimiento especial tuyo que me mueva a amarte. Te pido la gracia de escuchar tu voz con mi mente y mi corazón y que me deje acompañar por María, mi madre siempre.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27
En aquel tiempo, estaban junto a la cruz de Jesús, su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: “Mujer, ahí está tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí está tu madre”. Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Todos necesitamos una mujer en nuestra vida, especialmente cuando estamos en momentos difíciles. Cuánto ayuda tener a alguien como una madre cerca que te puede consolar, una tía que te pueda sacar de algún apuro con su consejo, una amiga que te ayude a ver las cosas desde otra perspectiva y una hermana que te quiera profundamente por quién eres. Dios nos da la persona indicada en el lugar indicado, solo debemos darnos cuenta de cómo actúa Él en nuestras vidas. Cristo no fue la excepción, hasta el momento de su muerte había mujeres entre la gente que le seguía y seguramente le daban otro color a la dinámica del discipulado. Es una gracia conocer el impacto que tiene el mensaje de Cristo en la mente y más importante, en el corazón de una mujer. Es una ventana a nuevas oportunidades con el Evangelio y la transmisión del mensaje de Cristo, por eso es que necesitamos una iglesia en la que la conversación y puesta en común de lo que el Espíritu Santo nos dice sea central.
Cristo quiso, desde el último día de su vida, que se diera una conversación y que María pudiera aprender cosas nuevas de Juan y Juan pudiera oír de María las maravillas de Dios. ¡Qué gracia la de san Juan de tener a María en su casa! El poder preguntarle tantas cosas de Cristo y conocerlo de una forma totalmente nueva. Aprovechemos este día para pedirle a Dios que nos haga escucharlo con el corazón e invitemos a María a nuestra casa para que nos revele su corazón y el de su Hijo.
«El Concilio Vaticano II enseña que María es “signo de esperanza cierta y de consuelo para el Pueblo peregrinante de Dios”. Es signo, es el signo que Dios nos ha dado. Si no lo seguimos, nos salimos del camino, porque hay unas señales en la vida espiritual que deben ser respetadas. Estas nos indican a nosotros que todavía peregrinamos y nos hallamos “en peligros y ansiedad”, la Madre, que ya ha llegado a la meta. ¿Quién mejor que ella puede acompañarnos en el camino? ¿Qué esperamos? Como el discípulo que bajo la cruz acogió a la Madre con él, “como algo propio”, dice el Evangelio, también nosotros desde esta casa materna invitamos a María a nuestra casa, a nuestro corazón, a nuestra vida. No podemos permanecer indiferentes o apartados de la Madre, porque perderíamos nuestra identidad de hijos y nuestra identidad de pueblo, y viviríamos un cristianismo hecho de ideas, de programas, sin confianza, sin ternura, sin corazón. Pero sin corazón no hay amor y la fe corre el riesgo de convertirse en una bonita fábula de otros tiempos. La Madre, en cambio, custodia y prepara a los hijos. Los ama y los protege, para que amen y protejan el mundo. Hagamos que la Madre sea el huésped de nuestra vida cotidiana, la presencia constante en nuestra casa, nuestro refugio seguro. Encomendémosle cada día. Invoquémosla en cada dificultad. Y no nos olvidemos de volver a ella para darle gracias».
(Homilía de S.S. Francisco, 28 de enero de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hacer una oración especial a María, preguntarle cuáles fueron sus anhelos más grandes.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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