En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Espíritu Santo, abre mi corazón de par en par.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 7, 14-23
En aquel tiempo, Jesús llamó de nuevo a la gente y les dijo: “Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro”.
Cuando entró en una casa para alejarse de la muchedumbre, los discípulos le preguntaron qué quería decir aquella parábola. Él les dijo: “¿También son incapaces de comprender? ¿No entienden que nada de lo que entra en el hombre desde afuera puede contaminarlo, porque no entra en su corazón, sino en el vientre y después, sale del cuerpo?” Con estas palabras declaraba limpios todos los alimentos.
Luego agregó: “Lo que sí mancha al hombre es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Muchas veces nos pasa que no entendemos lo que Jesús nos quiere decir en una parábola o en un pasaje. En este caso los discípulos nos hacen el favor de preguntarle qué significa. Jesús lo desmenuza para que lo podamos digerir más fácil. Vamos a aprovechar lo que explica Jesús.
Él creo el corazón. Él creo el corazón de esos discípulos, Él creo mi corazón, Él creo tu corazón. Él como Creador sabe lo que sale de ahí. Jesús se enfoca en el corazón. Le importa el corazón. Nos lo está diciendo.
Ejemplo, «Pero Yo les digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón». (Mt 5,28). El adulterio no solo es la infidelidad física. También es adulterio si la codicio en mi corazón.
De ese mismo lugar donde salió la mala intención, también sale la buena intención. «Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.» (Pr 4, 23). Cuidemos el corazón. De ahí, del corazón de cada uno puede emanar la vida o la muerte, la fecundidad o la esterilidad. ¿Cómo me aseguro de que mi corazón emane vida? Poniendo mi corazón en Jesús. Si lo pongo en Él, Él será mi tesoro.
No solo hay que tener miedo a que salgan palabras, acciones, pensamientos venenosos como de crítica o murmuración. Sino también a que no salgan palabras, pensamientos y actos de amor. Esto es lo que quiere Jesús. Le importa la intención del corazón. La mejor intención es «por amor a Jesús». Esto… «por amor a ti, Jesús». Esto otro… «por amor a ti, Jesús». Así, durante el día, estaré en oración con Él. Y puedo hacer de mi día una ofrenda que le agrade a Jesús.
«Tengamos muy en cuenta que todos los mandamientos tienen la tarea de indicar el límite de la vida, el límite más allá del cual el hombre se destruye y destruye a su prójimo, estropeando su relación con Dios. Si vas más allá, te destruyes, también destruyes la relación con Dios y la relación con los demás. Los mandamientos señalan esto. Con esta última palabra, se destaca el hecho de que todas las transgresiones surgen de una raíz interna común: los deseos malvados. Todos los pecados nacen de un deseo malvado. Todos. Allí empieza a moverse el corazón, y uno entra en esa onda, y acaba en una transgresión. Pero no en una transgresión formal, legal: en una transgresión que hiere a uno mismo y a los demás. En el Evangelio, el Señor Jesús dice explícitamente: “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraudes, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre”. Entendemos así que todo el itinerario del Decálogo no tendría ninguna utilidad si no llegase a tocar este nivel, el corazón del hombre».
(Audiencia de S.S. Francisco, 21 de noviembre de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Acordarme de ofrecer lo que haga, piense y diga «por amor a Jesús».
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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