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Jesús, el trabajo
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Jesús, el trabajo

Jesús, el hijo del carpintero, 30 años de vida ordinaria, el 90% de su vida.

Por: Javier Ordovàs | Fuente: Catholic.Net

El valor extraordinario, santificador de la vida corriente de un cristiano. Hay muchos cristianos no declarados santos pero que lo son.

Hasta la edad de 30 años en que Cristo inició su actividad pública, permaneció en el seno de su familia, en el ejercicio de su modesta profesión de carpintero, heredada de José, su padre.

Los evangelistas, biógrafos de Jesús, no narran más de sus primeros 30 años porque no había más que relatar.

La redención del género humano lograda por Cristo, culmina con su muerte y resurrección pero, toda la vida de Cristo es redentora, todos sus actos nos han redimido. Los 30 años de vida ordinaria de Jesucristo son redentores y son ejemplo, modelo, para los cristianos.




Aunque se suele llamar a ese período de su vida, “vida oculta” no es porque  la ocultara sino, simplemente porque no aparece nada destacable, todo es ordinario: familia, trabajo, relación con parientes amigos, vecinos, clientes,…

El Catecismo en el n. 531 nos dice: Jesús compartió, durante la mayor parte de su vida, la condición de la inmensa mayoría de los hombres: una vida cotidiana sin aparente importancia, vida de trabajo manual, vida religiosa judía sometida a la ley de Dios (cf. Ga 4, 4), vida en la comunidad. De todo este período se nos dice que Jesús estaba «sometido» a sus padres y que «progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres» (Lc 2, 51-52).

Y en 533: La vida oculta de Nazaret permite a todos entrar en comunión con Jesús a través de los caminos más ordinarios de la vida humana:

«Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio. […] Finalmente, aquí aprendemos también la  lección del trabajo. Nazaret, la casa del «hijo del Artesano»: cómo deseamos comprender más en este lugar la austera pero redentora ley del trabajo humano y exaltarla debidamente. […] Queremos finalmente saludar desde aquí a todos los trabajadores del mundo y señalarles al gran modelo, al hermano divino (Pablo VI, Homilía en el templo de la Anunciación de la Virgen María en Nazaret (5 de enero de 1964).

Es lógico que fijemos nuestra atención en los sorprendentes acontecimientos de la vida pública de Cristo y en lo llamativo de la vida ejemplar de muchos cristianos declarados como modelos de santidad pero, a lo largo de la historia, hay muchos cristianos no declarados santos, pero que lo son por haber vivido cristianamente una vida corriente. 

La familia, el trabajo, la calle,… son “los templos” donde el cristiano busca y encuentra a Dios, es la vida real lo que se cristianiza, no hay otra vida.

El cristiano no vive en la parroquia, sino en la vida real. Esa es la actitud de ¨salir¨ de la que nos habla el Papa Francisco. Se podría decir que no tenemos que ¨salir¨ porque ya estábamos fuera, intentando ser ¨sal y luz¨.

Los resultados, la eficacia de la Iglesia y de una parroquia, no están el número de asistentas a actividades parroquiales, sino en el número de fieles que están cristianizando la sociedad: en el cumplimiento de los muchos deberes familiares, sociales y profesionales. Los cristianos van al templo para fortalecerse en la doctrina y recibir la gracia de Dios a través de los sacramentos, lo que les da fortaleza para cristianizar su propio entorno. 

Desde que se levanta hasta que se acuesta, un cristiano tiene un panorama enorme para enriquecer su persona y embellecer su entorno. Casi sin darse cuenta tiene la oportunidad de desplegar el arsenal de valores a aplicar en cada uno de las pequeñas acciones y decisiones que se toman cada día.

Cumplir cristianamente con los deberes familiares, profesionales, sociales, de amistad,… es el único camino de santidad completa para los cristianos. Esa vida es heroica, es santa.

Y,… la guinda final: el acabado de la sencillez. Cuando el Papa Francisco dice que no hay que ser héroes, sino hacer actos humildes, seguramente se refiere a eso. La vida de cada día está llena de esos actos humildes, realizados con sencillez, que no destacan, no llaman la atención pero, son un verdadero despliegue de valores humanos.

Así es como se cristianiza la sociedad entera, desde dentro. Y ese es el único espacio del cristiano, no hay otro.