Querido lector.
Es un gusto para mí poder escribir por primera ocasión en este medio y compartirte una pregunta que ha rondado por mi cabeza desde hace casi 7 años. Después de mucho tiempo de reflexión y de oración, he llegado a la conclusión de que el tema del dinero para un cristiano es una de las preguntas más importantes que debería hacerse. No espero en este artículo date muchas respuestas, sino dejarte con muchas preguntas para ti mismo.
El dinero es una realidad a la que los laicos nos enfrentamos día a día. Quien puede negar que el mundo actual se mueve por y alrededor del dinero. Las familias enfrentan gastos, los padres tienen que salir a trabajar para proveer a sus hijos de lo necesario, la pobreza es el discurso más recurrente de los gobiernos y los organismos internacionales, pero:
¿Qué significa eso para un cristiano que sabe que esta vida material no es la más importante, sino que debe de luchar día a día (con la ayuda de Dios por supuesto) para buscar la vida eterna?
Permíteme compartirte, querido lector, por qué esta pregunta ha rondado mi cabeza durante tantos años y porque he dedicado mucho de mi tiempo a hablar sobre este tema con mis alumnos, mis amigos y mi familia.
Provengo de una familia de clase media baja que con el esfuerzo y trabajo constante de mi padre (QEPD) logró escalar hasta convertirse en una familia de clase media alta. Cuando era niño pasé algunas carencias, pero mi padre (que siempre fue mi mejor amigo y la persona a quien yo más admiro) vivió una infancia muy diferente a la mía. Mi abuelo murió a los 35 años dejando a una mujer viuda sin educación y con 7 hijos que supo sacarlos adelante con trabajo y muchos sacrificios. Vaya si ellos pasaron carencias, y fue hasta entrada mi adultez que me di cuenta, que el dolor que mi padre vivió en su niñez por la falta de dinero me marcó para toda mi vida. Siempre he tenido miedo de ser pobre y sobre todo de que mis hijos lo sean. Este pensamiento creó para mí lo que los psicólogos definen como un “sentido económico alto” en mi escala de valores, que en términos simples significa que casi todo en la vida tiendo a verlo en pesos y centavos, y tengo la facilidad de entender el sentido económico de las cosas.
Desde que estudiaba en la universidad tenía claro que mi objetivo era hacer dinero y aunque estudié en escuelas católicas, utilizaba como escudo aquel pasaje de la escritura en que el joven rico se acercó a Jesús para preguntarle sobre como logar la vida eterna. Mi padre solía decirme que Jesús respondió: “si quieres ser perfecto” ve y vende todo lo que tienes y luego ven y sígueme. El pasaje no dice eso exactamente, pero yo siempre me escudé en que no necesitaba ser perfecto, simplemente cumplir y ya estaba.
Hace 7 años Dios me hizo un gran regalo. Me dio una importante cruz (la pérdida de mi segunda hija) que me hizo reflexionar sobre el sentido de mi vida y me permitió buscar retomar el camino y liberarme de muchos vicios que me habían atrapado. Con su ayuda comencé un proceso de conversión que inevitablemente me llevó a la pregunta que titula este artículo. Hay muchas cosas que admiro de San Pablo y creo que al igual que él quise ser un celoso cumplidor de la palabra de Dios y llegué a cuestionarme, incluso si debía de vender lo que tengo, mudarme a una casa más chica, dejar mi empleo bien remunerado y buscar otras actividades para tratar de ganar mi salvación. Esto no era muy inteligente para un hombre casado y con un hijo. Gracias a un gran amigo y sacerdote del Opus Dei, comencé a transitar por el camino de buscar entender que es lo que Dios quiere de nosotros con respecto al dinero.
Hay muchas preguntas que me hicieron reflexionar y que hoy quisiera compartir contigo estimado lector con la intensión de que tú busques lo que ellas significan para ti y que el espíritu santo te guie en este terreno:
¿Es malo ser rico?
¿Cuándo podía decirse que alguien es rico? ¿Cuánto debe de tener o de ganar para considerarse rico ante Dios?
¿Cómo es que un hombre como San Luis Rey de Francia o José de Arimatea pudieron ser ricos (a los ojos del mundo) y a la vez santos?
¿Por qué Jesús emplea en sus parábolas los talentos o a veces “las monedas” y elogia al siervo que las trabajó y multiplicó?
¿Si yo quiero salvarme debo vender lo que tengo, alejarme del mundo? Pero ¿No sería con ello un esposo y padre irresponsable?
Si la pobreza es buena según el evangelio ¿Por qué Dios nos pide que ayudemos a los pobres a salir de ella?
¿Cuánto debo de dar a los demás de lo que gano?
¿El dinero es malo en sí mismo?
Quizá tengas ya las repuestas a muchas de estas preguntas. Quizá como yo alguna no te deje dormir, si estás convencido de que quieres buscar la vida eterna y si recuerdas las palabras de Jesús:
“Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el reino de los cielos”
Concluyo aquí con la intensión de permitirte un espacio de reflexión. Ojalá que me dediques un rato de tu tiempo en una segunda parte de este artículo para compartirte lo que he podido reflexionar sobre esto.
Un abrazo y hasta pronto
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