Por: Jesús García-Colomer | Fuente: revistamision.com
Magia, adivinación, brujería, reiki… Estas y muchas otras prácticas, consideradas benévolas o inocuas, son en realidad puertas abiertas a la acción del demonio.
El propio Jesucristo fue muy explícito sobre el tema, haciendo una diferenciación manifiesta entre curar enfermos y expulsar demonios en sus mandatos a la Iglesia. Más allá de ser interpretaciones de la Palabra, la acción extraordinaria de Satanás existe en nuestro mundo y en nuestro tiempo. Para contrarrestarla está la figura de los exorcistas. Ellos, nombrados por sus obispos, son testigos directos de que en la lucha entre el Bien y el mal, Cristo ya ha vencido para siempre.
“Tras analizar la vida de los poseídos, he llegado a una clara conclusión en mi larga experiencia como exorcista: en todos ellos hay una lucha dolorosa y dramática, un auténtico calvario entre el Bien y el mal, entre la Luz del Amor de Jesucristo y las tinieblas del diablo, entre el Todo que es Dios y la nada que es el demonio”. Estas palabras firmadas por el padre Salvador Hernández, exorcista de la diócesis de Cartagena, nos sirven para introducirnos en un tema que, siendo muy desconocido incluso por fieles católicos, es más frecuente de lo que pudiéramos pensar.
La cita, extraída del libro Así se vence al Demonio (José María Zavala, ed. Libros Libres) encaja perfectamente con el caso de María y Sergio, que nos piden que usemos nombres ficticios. Ellos forman un matrimonio con una vida aparentemente normal. Treintañeros con estudios, ambos nacidos en Madrid, casados desde hace tres años y padres de un niño. Ella se gana la vida como dependienta de una tienda y él, como informático en una multinacional. Nadie diría que les pueda faltar algo para ser felices. Sin embargo, la que podría ser la fotografía de una familia de revista, esconde una realidad desoladora y preocupante. Ella, María, sufre una posesión demoniaca y, desde hace un año, está recibiendo oraciones de exorcismo por parte de un sacerdote destinado a ello. “Durante el noviazgo no tuvimos ningún problema –relata Sergio–. Tras dos años de novios, decidimos casarnos. Fue una alegría inmensa pero, desde el primer día de matrimonio, empezaron nuestros problemas”.
Esto bien podrían decirlo muchos matrimonios recién casados, pero los problemas de los que habla Sergio iban más allá de los normales ajustes en una recién estrenada convivencia. “Empecé a notar en mi esposa comportamientos extraños. No se definirte exactamente en qué, pero sí que notaba que ella empezó a mostrar ideas, comportamientos, incluso gestos que para mí eran desconocidos en ella. Te aseguro que no nos casamos a la ligera, pero por momentos parecía que me la habían cambiado”.
“María cayó rápidamente en una especie de depresión cuando no había ningún motivo aparente para ello –continúa Sergio–. Ella misma decía que tenía todo con lo que había soñado desde siempre, pero, a veces, una profunda tristeza la inundaba y la enfrentaba contra mí. Al poco tiempo la diagnosticaron un trastorno bipolar del que jamás había dado síntomas y empezamos un calvario de pastillas y tratamientos que nunca mejoró la situación”. Sergio recuerda con pavor algunos episodios en los que su mujer, después de haber provocado la discusión más absurda sin ningún sentido, “parecía que de repente se daba cuenta de que me había hecho daño y entonces, ella sufría más por ello”. Esta descripción la vemos reflejada también en el testimonio del padre Salvador. “Las propias víctimas me han reconocido muchas veces que se sentían dominadas por fuerzas interiores diabólicas que les provocaban todo tipo de males y vejaciones, induciéndoles a hacer lo mismo con el prójimo”.
“Una carcajada que no parecía de ella”
El problema radica en identificar que esos “impulsos interiores” provienen de fuerzas diabólicas. Sergio explica a Misión cómo fue su proceso para que, después de dos años casados, llegaran a la conclusión de que lo que necesitaban era la ayuda de un exorcista. “Uno no va viendo carteles de exorcistas por las calles, ni siquiera en las iglesias”. Las infidelidades se hicieron presentes en María de manera obsesiva, y su descontrol con el dinero creó un grave problema en la familia, aún cuando María siempre había sido muy ordenada en la economía. Cuando Sergio ya se planteó seriamente la separación, sucedió algo que le abrió la mente a otro tipo de iniciativa: “Nunca sabía a qué María me iba a encontrar al llegar a casa. Estaba a punto de tirar la toalla cuando un día, en plena discusión en el salón de casa, en el momento en que ella pegó un grito, explotaron las bombillas de la lámpara y dejó escapar una carcajada que no parecía de ella. Fue solo un segundo, pero ahí tuve la sensación de no estar los dos solos en esa habitación”.
“Efectivamente, el caso que se describe en este artículo tiene indicios de ser un caso de posesión”. Lo confirma el padre Jesús Martínez Racionero, exorcista con varios años de experiencia en este ministerio, que parece ser más necesario que nunca. “No en vano, hoy en día hay más brujos que sacerdotes”, explica el padre Jesús en sus conferencias.
“La historia expuesta parece un caso claro de suplantación de la identidad –explica Martínez Racionero–, en el que una persona realiza actos y manifiesta comportamientos sin querer, llevada por otra voluntad ajena a ella”. ¿Por la de quién? “Obviamente, si esa voluntad lleva a hacer actos malos, es obligada por la de un demonio o varios, porque cuando se da una posesión, suele haber más de uno y más de dos”.
Partiendo de la premisa de que el diablo existe, y de que el propio Cristo exorcizó y dejó encomendado este ministerio a su Iglesia, cuando un sacerdote se encuentra con un posible caso de posesión, el primer paso debe ser discernir si lo que le ocurre a la persona en cuestión tiene que ver con una actividad extraordinaria del demonio o si, por ejemplo, se trata más bien de una enfermedad. Pero sin que una descarte directamente a la otra, ya que “en ocasiones, conviven ambas realidades”, aclara el que fuera durante diez años el único exorcista de Madrid, el padre Enrique González. “Por eso es bueno colaborar con un psiquiatra que ayude a discernir cada caso”. Ahora bien, los exorcistas se empeñan en buscar la diferencia entre enfermedad y posesión “porque el propio Evangelio es muy explícito y cuando se refiere a que Jesús curó enfermos, lo dice, pero cuando se refiere a que liberó endemoniados, también lo menciona explícitamente”.
De la infestación de objetos a la posesión
El manual de los varios exorcistas con los que ha hablado Misión es claro en cuanto a las actividades extraordinarias del demonio y establece una diferencia con la actividad ordinaria, que es la tentación. En una escala de menor a mayor gravedad de esas actividades extraordinarias, en primer lugar está la infestación de lugares o cosas. Por ejemplo, una casa o un lugar donde se ha practicado brujería, quedará habitado por esos espíritus diabólicos. En segundo lugar, está la vejación, que es el ataque externo y directo del demonio a la persona. Un ejemplo son las palizas que infligió el demonio a san Pío de Pietrelcina. Luego vendría la influencia demoniaca, que es cuando un demonio tiene la misión explícita de amargar la vida de una persona concreta y se pega a ella, turbándola de mil maneras diferentes, que pueden ir desde manipular objetos, quemar libros, averiar coches o teléfonos hasta sugerir pensamientos malos contra sí mismo o contra otros con intensa insistencia, aunque sin llegar a poseer a la persona.
Finalmente, como grado de mayor actividad extraordinaria del demonio estaría la posesión, cuyo síntoma principal es la suplantación de la voluntad; es decir, cuando una persona realiza actos voluntarios que no provienen de ella, en los que se sorprende a sí mismo haciéndolos y no se reconoce en ellos. “De hecho –explica el padre Jesús– a nivel psicológico se borra la línea entre la voluntad de la persona y la del demonio”. Este es el caso de María, la esposa de Sergio.
La suplantación de voluntad es uno de los síntomas más claros; otro puede ser la aversión a lo sagrado, aunque no siempre tiene por qué darse de inicio. De hecho, aunque una persona esté poseída, puede comulgar con aparente normalidad, como era el citado caso de María en la misa dominical, aunque esto, obviamente, “moleste mucho al diablo que se esconde en esa persona”, explica el padre Gabriel Amorth, exorcista de la diócesis de Roma. “Esa aversión a lo sagrado suele ser más visible una vez que ha comenzado el proceso de liberación”.
La aversión a objetos sagrados y a los sacramentos, o el trance en el que entra una persona poseída al comenzar la oración del exorcismo, deja patente que la vida de la gracia tiene un poder mayor que la acción del demonio, que Jesús le vence a través de la Iglesia. Si Dios permite la cruz de la posesión, que han vivido incluso santos canonizados como santa Gema Galgani, es porque de ella obtiene bienes mayores. El padre Salvador constata que “personas que estaban muy alejadas de nuestra Santa Madre Iglesia, llevan una vida de consagración total a Jesucristo” tras vivir una experiencia como esta, ya fuera en primera persona o con alguien cercano.
Si finalmente se concluye que hay indicios de una posible afectación demoniaca, el sacerdote que lo haya discernido debe derivar el caso al exorcista, quien dará comienzo a las sesiones de oración. Porque, al fin y al cabo, un exorcismo no es más que “una oración de intercesión a Dios pidiendo la liberación de esa persona”, explica el padre Martínez Racionero. “Lo que ha hecho la Iglesia, como con tantos otros ritos, es ordenar su ministerio y su celebración en el llamado rito del exorcismo mayor, con una serie de normas y oraciones concretas”.
Los orígenes de los casos de influencia o posesión demoniaca más comunes en la actualidad están muy extendidos en nuestra sociedad y están consideradas como inocuas o benévolas. Según nos dice el padre Martínez Racionero, las más extendidas son la práctica de la magia, el espiritismo, la güija y los ejercicios de meditación trascendental. “El noventa por ciento de los casos son posesiones que se dan por maleficios. Personas que van a brujos que, invocando al demonio, le encomiendan un mal contra otra persona”. Los relatos de casos conocidos y tratados por este exorcista son muchos: amarres, ligaduras, males de ojo, maldiciones… Sin ir más lejos, este es el origen del mal que sufre María, la esposa de Sergio. Una compañera de trabajo que se había encaprichado de él encargó un hechizo contra su mujer para que este la abandonara, y entonces conquistarlo, aprovechando la circunstancia.
Qué hacer y qué no hacer
Los exorcistas también nos dan una serie de pistas para defendernos de estos ataques de Satanás. “La práctica de los Sacramentos es importantísima, sobre todo la Eucaristía y la Penitencia. Una vida de piedad y oración, especialmente del rezo del rosario; utilizar sacramentales como agua bendita y sal exorcizada y, en definitiva, llevar una vida de cercanía con el Señor”, porque “aunque en ocasiones Dios permite estos ataques del demonio contra personas muy piadosas y santas, es lo menos común”, aclara el padre Jesús.
Algunas de las puertas más presentes por las que puede entrar el demonio en la vida de una persona son ciertas prácticas de meditación trascendental, del reiki o del yoga. El padre Miguel Pérez no es exorcista, pero en ocasiones ha participado en oraciones de liberación, un grado menor que el exorcismo mayor. “Cualquier tipo de ejercicio espiritual en ausencia de Jesucristo y del Espíritu Santo es aprovechado por los espíritus enemigos para hacerse presentes y obrar el mal”. Como dice el padre Enrique, “el diablo nunca descansa y aprovecha cualquier oportunidad”, y como remata el padre Salvador, “nuestro Señor Jesucristo sigue obrando hoy milagros mediante este humilde ministerio exorcista, expulsando a los demonios de los cuerpos de sus víctimas, igual que hizo durante su estancia en la tierra, hace ya más de veinte siglos”.
APOYO:
Síntomas de una posesión
Los más ambiguos serían:
-Enfermedad diagnosticada persistente
y resistente al tratamiento.
-Situación personal negativa en varios
frentes que nunca se solucionan.
Los más evidentes son:
-Sentir presencias.
-Fenómenos paranormales.
-Voces interiores o pesadillas
extremadamente reales.
-Comportamientos autolesivos:
intento de suicidio, maltrato propio, etc.
Cualquiera de estos síntomas adquiere mayor importancia si, además, la persona ha participado en sesiones de espiritismo, güija o reiki, o si ha frecuentado personas que practiquen magia, adivinación o ritos satánicos.
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