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El discernimiento espiritual
Identidad

El discernimiento espiritual

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Quiero, Señor, verme en tus ojos para descubrirte en mí.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 54-59

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “Cuando ustedes ven que una nube se va levantando por el poniente, enseguida dicen que va a llover, y en efecto, llueve. Cuando el viento sopla del sur, dicen que hará calor, y así sucede. ¡Hipócritas! Si saben interpretar el aspecto que tienen el cielo y la tierra, ¿por qué no interpretan entonces los signos del tiempo presente? ¿Por qué, pues, no juzgan por ustedes mismos lo que les conviene hacer ahora?

Cuando vayas con tu adversario a presentarte ante la autoridad, haz todo lo posible por llegar a un acuerdo con él en el camino, para que no te lleve ante el juez, el juez te entregue a la policía, y la policía te meta en la cárcel. Yo te aseguro que no saldrás de ahí hasta que pagues el último centavo”.

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hablemos del discernimiento espiritual. Hay signos fáciles de interpretar: vientos, nubes, luz. Son fáciles no por ser evidentes, sino porque los hay que saben interpretarlos. Son evidentes, pero sin la debida instrucción sería complicado interpretar cada elemento y ponerlos en su conjunto para dar un pronóstico. El médico puede dar un pronóstico viendo los diferentes signos de una posible enfermedad. Es capaz de dar un pronóstico por conocer los síntomas-signos y porque ha sido instruido para aquella tarea tan particular. Debemos decir que hay enfermedades del cuerpo que tienen su raíz en el alma. Del mismo modo que los médicos conocen el cuerpo, los hay que conocen el alma y los síntomas de esta. Estos médicos no sólo reconocen las enfermedades, sino que también leen “los movimientos del Espíritu”. Así como el alma puede enfermar de odio, del mismo modo puede exultar de amor. Así como las fuentes son diversas, los signos los serán también. Esto es el discernimiento, la gracia de leer los movimientos del espíritu en el alma. El Espíritu se mueve para sanar el odio y transformarlo en amor. Es una gracia y muy pocos la reciben. Todavía más pocos son los que pueden distinguir los movimientos del Espíritu en sí mismos.

«Pensad en tantos proyectos políticos, y en cómo cambian de un lado a otro, en todos los países. Pensad en los grandes imperios, pensad en las dictaduras del siglo pasado: se sentían muy poderosos, creían que dominaban el mundo. Y luego todos se derrumbaron. Pensad también hoy en los imperios de hoy: se derrumbarán, si Dios no está con ellos, porque la fuerza que los hombres tienen en sí mismos no es duradera. Sólo la fuerza de Dios perdura. Pensemos en la historia de los cristianos, también en la historia de la Iglesia, con tantos pecados, con tantos escándalos, con tantas cosas malas en estos dos milenios. ¿Y por qué no se ha derrumbado? Porque Dios está ahí. Somos pecadores, y a menudo también damos lugar a escándalos. Pero Dios está con nosotros. Y Dios primero nos salva a nosotros, y luego a ellos; pero siempre salva, el Señor».
(Audiencia de S.S. Francisco, 18 de septiembre 2019).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Ayúdame, Jesús, a descubrir y reconocer tu acción sanadora en mí.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Pon por escrito eso que consideras ser un movimiento del espíritu y háblalo con tu padre o madre espiritual.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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