Frecuentemente nos preguntamos: ¿Será que si siembro buenos sentimientos, buenas palabras y buenas acciones, el fruto corresponderá a la semilla sembrada? Tenemos que tener confianza en Dios; Él quiere sembrar en el corazón de los hombres muchas y buenas semillas, las necesarias para darnos la seguridad en el caminar y la satisfacción al final de la vida de ver una vida llena de buenos frutos. No nos desanimemos y sigamos sembrando, aún cuando al inicio no veamos de forma inmediata los frutos, tú recibe la semilla y cultívala, lo demás déjaselo a Dios. No dejes de trabajar la tierra y de poner la parte que te corresponde.
Una mujer soñó que estaba en una tienda recién inaugurada y, para su sorpresa, descubrió que Dios se encontraba tras el mostrador.
¿Qué vendes aquí?, -le preguntó.
Todo lo que tu corazón desee, -respondió Dios.
Sin atreverse a creer lo que estaba oyendo, se decidió a pedir lo mejor que un ser humano podría desear:
Deseo paz, amor, felicidad, sabiduría…
Tras un instante de vacilación, añadió:
No sólo para mí, sino para todo el mundo…
Dios se sonrió y le dijo:
Creo que no has comprendido la filosofía de la tienda. Aquí no vendemos frutos, únicamente vendemos semillas; para sembrar una planta es necesario romper primero la capa endurecida de tierra y abrir los surcos; luego, desmenuzar y aflojar los trozos que aún permanecen apelmazados, para que la semilla pueda penetrar, regando abundantemente para conservar el suelo húmedo, y entonces… esperar con paciencia hasta que germinen y crezcan.
En la misma forma en que procedemos con la naturaleza hay que trabajar con el corazón humano, «roturando» la costra de la indiferencia que la rutina ha formado, removiendo los trozos de un egoísmo mal entendido, desmenuzándolos en pequeños trozos de gestos amables, palabras cálidas y generosas, hasta que con soltura permitan acoger las semillas que diariamente podemos solicitar «gratis» en el almacén de Dios, porque Él mantiene su supermercado en promoción.
Son semillas que hay que cuidar con dedicación y esmero y regarlas con sudor, lágrimas y a veces hasta con sangre, como regó Dios nuestra redención y como tantos han dado su vida y su sangre por otros, en un trabajo de fe y esperanza, de perseverante esfuerzo, mientras los frágiles retoños se van transformando en plantas firmes capaces de dar los frutos anhelados…
Siembra amor, y recogerás unión; siembra unión, y recogerás paz; siembra paz, y recogerás armonía; siembra armonía, y recogerás ilusiones.
Siembra ilusiones, y recogerás vida; siembra vida, y recogerás regalos; siembra regalos, y recogerás alegría; siembra alegría y recogerás fe.
Siembra fe , y recogerás esperanza; siembra esperanza, y recogerás confianza; siembra confianza, y recogerás unidad; siembra unidad, y recogerás carácter.
Siembra carácter, y recogerás hábitos; siembra hábitos, y recogerás destinos; siembra destinos, y recogerás felicidad; siembra felicidad, y recogerás éxito.
Y con ese éxito, crecerá tu sueño; con ese sueño, crecerá tu realidad; con esa realidad, crecerá tu verdad; y esa verdad, te llevará a Dios.
En pocas palabras, deja entrar a Dios en tu corazón y verás como tu vida se llenará de buenas semillas y de profundas realizaciones.
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- P. Dennis Doren LC
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