En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, hoy quiero ponerme nuevamente a tus pies. Ayer, en este camino de preparación para tu Pascua, contemplaba la resurrección de Lázaro, admirándome de tu poder para devolver la vida a un muerto. Hoy quiero contemplarte salvando a una mujer de otro tipo de muerte y ofreciéndole una nueva vida. Dispón mi corazón para abrirlo y encontrarme contigo, para recibir de tus manos una vida nueva.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 8, 1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
De la muerte a la vida…, de la muerte del pecado a la resurrección de la vida de gracia…. Tú nos buscas, Señor, y nos das la mano para poder salir de la muerte del pecado y devolvernos la dignidad propia de los hijos de Dios.
Quiero ahondar en tu mirada y en tu corazón, Señor, en esos momentos en que unos hombres denuncian a una mujer “sorprendida en adulterio” y quieren apedrearla; quiero contemplar tu mirada dirigida hacia la mujer y hacia sus acusadores.
Los escribas y fariseos te llevaron a esta mujer (a la que seguramente ellos mismos habían lastimado) para ponerte a prueba. Tú prefieres no mirarlos, tú prefieres abrir una puerta al reconocimiento de sus propios pecados, al arrepentimiento, al camino de salvación, a través del perdón de los pecados de esta pobre mujer. Tú nos abres la puerta a todos para que nos arrepintamos…, pero no todos acogemos este perdón.
Señor, tu miraste profundamente a esta mujer, tocando su corazón, y le ofreciste el perdón. Ella acogió esta salvación y recibió una nueva vida. En cambio, los escribas y fariseos no fueron capaces de reconocer sus pecados y huyeron sin el perdón que les daría una nueva vida…. ¡Cuánta tristeza en tu corazón, Señor, pues rechazaron la salvación que les ofrecías!
Dios mío, tú nos ofreces la salvación, pero sólo la aprovecha quien, con un corazón humilde, la acoge y se deja transformar por ella. Señor, quiero abrir mi corazón para que me redimas de mi propio pecado y pueda recibir la salvación que me alcanzaste con tu Pasión, Muerte y Resurrección. Quiero aprovechar estos días de Cuaresma, para encontrarme con tu amor, tu perdón y tu redención.
«Jesús apela a la conciencia de aquellos hombres: ellos se sentían “paladines de la justicia”, pero Él los llama a la conciencia de su condición de hombres pecadores, por la cual no pueden reclamar para sí el derecho a la vida o a la muerte de los demás. En ese momento uno tras otro, empezando por los más viejos, es decir, por los más expertos de sus propias miserias, todos se fueron, renunciando a lapidar a la mujer. Esta escena también nos invita a cada uno de nosotros a ser conscientes de que somos pecadores, y a dejar caer de nuestras manos las piedras de la denigración y de la condena, de los chismes, que a veces nos gustaría lanzar contra otros. Cuando chismorreamos de los demás, lanzamos piedras, somos como estos».
(S.S. Francisco, Ángelus del 7 de abril de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Al prepararme para la confesión de este tiempo, me pondré bajo la mirada de Cristo, mi Redentor, para dolerme por el dolor que le he causado, descubrirme amado y perdonado por su amor infinito y acoger humildemente su salvación.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Suscríbete a nuestro boletín de servicios diarios. Evangelio, Meditación y Santoral en un sólo mensaje.
NOTICIAS
Encuentro de Coordinadores Diocesanos fortalece la Educación Católica en Paraguay
En el marco del Congreso Nacional de Educación Católica y como parte de las iniciativas impulsadas en dicha actividad, se…
Histórica ceremonia de graduación de la primera promoción de doctores en Enfermería de Paraguay
Ayer jueves 17 de octubre, en un evento lleno de emoción y solemnidad, se llevó a cabo la histórica ceremonia…
Docentes de la UC Unidad Pedagógica Carapeguá publican artículo sobre Inteligencia Artificial
Los profesores Dr. Luciano Román Medina, Dra. María Luján Amarilla Gaette y el Mg. Venialdo Santacruz Zárate, docentes de la…