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De la muerte de «Uno» a la salvación de todos
Identidad

De la muerte de «Uno» a la salvación de todos

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, ¡cómo nos cuesta entrar en la Semana Santa! Distintos sentimientos nos llenan el corazón: miedo a sufrir, deseos de alejarnos y olvidarnos de todo, deseos de que todo pase rápido…, pero también nos vienen deseos de acercarnos a ti y a vivir estos días a tu lado, deseos a abrirnos a tu gracia, a tu redención… Me pongo bajo el manto de tu Madre, para poder perseverar en mi deseo de estar contigo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 11, 45-57

En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación». Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera». Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: «¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?». Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

«¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación». ¿Por qué nos asustamos cuando vemos grandes signos y milagros? ¿Por qué tememos cuando se nos presenta algo grandioso y maravilloso, que amenaza nuestras pequeñeces? ¿Por qué temblamos ante un Dios que se hace hombre para venir a salvarnos? ¡Cuántas contradicciones encontramos en nuestros corazones! Deseamos la felicidad, la paz, el bien, la prosperidad… y cuando Dios mismo nos lo ofrece, nos cerramos y nos apegamos a nuestras pobres y falsas seguridades.

«Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera». Estas palabras, dichas por Caifás –Sumo sacerdote aquel año– revelaron el sentido de la muerte redentora del Hijo de Dios.

¡Tú muerte, Jesús, tu muerte ignominiosa, a cambio de nuestra vida verdadera! Sólo el ofrecimiento de la vida del Hijo divino, amado del Padre, podía reparar la ofensa infinita del hombre con su pecado, que lo llevaba a la muerte. Este ha sido el camino de nuestra Redención, para poder volver a la casa del Padre. La vida del Hijo a cambio de nuestra vida.

Jesús, quiero acompañarte estos días de Pasión, acogiendo la salvación que nos alcanzas, queriendo, así, ser un consuelo para ti; queriendo ser uno de aquellos que hace fructificar tu Sangre redentora. Y quisiera unirme a ti, con mi pequeña cruz, para que, como tanto lo anhelas, mis hermanos y hermanas –la nación entera– se salve.

«En el Crucificado vemos a Dios humillado, al Omnipotente reducido a un despojo. Y con la gracia del estupor entendemos que, acogiendo a quien es descartado, acercándonos a quien es humillado por la vida, amamos a Jesús. Porque Él está en los últimos, en los rechazados, en aquellos que nuestra cultura farisaica condena».
(S.S. Francisco, Homilía del 28 de marzo de 2021).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Dedicar un ratito a pensar cómo quiero acompañar a Cristo en su Pasión, en esta Semana Santa (con medios concretos que dispongan interiormente mi alma para estar con Él).

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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