Danos hoy nuestro pan de cada día
En la primera parte del Padre Nuestro pedimos por los bienes celestiales: la santificación del Nombre de Dios, el cumplimiento de la voluntad de Dios y la venida del Reino de Dios.
En la segunda parte del Padre Nuestro pedimos por lo que necesitamos para la vida. La primera petición es: Danos hoy nuestro pan de cada día.
El que pide pan es un mendigo
Jesús nos enseña a acudir al Padre como mendigos que se reconocen necesitados de ayuda. El autosuficiente cree bastarse a sí mismo; el humilde, en cambio, reconoce su indigencia, sabe que no puede solo y acude a Dios Padre para pedir que satisfaga sus necesidades básicas, con la confianza de que Dios Padre no dará una piedra al hijo que le pide pan (Mt 7,9). Al rezar el Padre Nuestro nos acercamos a Dios con actitud humilde, de mendigos.
¿Cuál es el pan que necesitamos?
Lo indispensable para la vida cotidiana
Pedimos a Dios que provea nuestras necesidades básicas, como son: alimento, vestido, hogar, salud,amor, etc. Algunos ya las tienen, piden que no les falte. Algunos tienen en abundancia: piden el pan de la pobreza evangélica para no apegarse a cosas superfluas y que las riquezas no les lleven a la perdición. Otros no tienen ni lo más elemental: viven al día. Conozco muchas personas así. Viven de la Providencia, dependen de la lluvia y el sol, de las personas caritativas, de las ventas de cada día, de si les contratan esa jornada o no… Viven pendientes del Señor, con la certeza de que Dios proveerá.
La Eucaristía
«Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo. Quien coma de este pan, vivirá para siempre. El Pan que yo les daré es mi Carne para la vida del mundo» (Jn 6,51) «Mi Padre os da el verdadero Pan del cielo» (Jn 6,32)
«Cristo es nuestro Pan, porque Cristo es la vida y la vida es el Pan: «Yo soy el Pan de vida» (Jn 6,35) y poco antes había dicho: «El Pan es la palabra de Dios vivo, que viene del cielo» (Jn 6,33), refiriéndose también a su Cuerpo, cuando dice: «Esto es mi Cuerpo» (Mt 26,26). Por tanto, pidiendo el pan de cada día, pedimos vivir enteramente en Cristo y recibir nuestra individualidad de su Cuerpo.» (Tertuliano)
Si en tu colonia o ciudad hay misa diaria, ve por tu Pan cotidiano: Cristo Eucaristía. Si no, ojalá al menos haya un Sagrario con el Santísimo Sacramento para que vayas a alimentarte de su compañía. La Eucaristía es el pan de vida, el que da fuerza en el camino al cielo, el que sostiene en las responsabilidades y el sufrimiento, el buen vino que alegra la vida y es descanso en la fatiga.
La Palabra de Dios
El Pan de la Palabra divina es el alimento invisible del espíritu. Pedimos un corazón abierto, capaz de escuchar la Palabra de Dios. Pedimos que Dios nos dirija su palabra, que nos diga lo que espera de nosotros, que escuchemos cuál es Su voluntad para agradarle. Los silencios de Dios son muy dolorosos, a veces terribles. ¡Danos, Señor, el Pan de tu palabra!
Para recibir este pan hemos de ponernos a tiro, es decir, hemos de entrar en contacto con la Palabra de Dios a través de la Liturgia (la Santa Misa, la Liturgia de las Horas) o la lectura personal de un pasaje de la Sagrada Escritura, para que Dios nos hable a cada uno de nosotros actualizando y personalizando Su Palabra de acuerdo con nuestras necesidades y circunstancias personales.
El Espíritu Santo
El Espíritu Santo es la fuerza que viene de lo alto. (Lc 24,49) Esta fuerza es indispensable para caminar en el desierto y para realizar la misión. Los apóstoles salieron a dar testimonio y predicar una vez que recibieron al Espíritu Santo en Pentecostés. Los discípulos y misioneros lo necesitamos para saber conducirnos y conducir a otros, para ser capaces de compartir con ardor el amor de Cristo que antes hemos experimentado en la oración.
Y, de nuevo, lo pedimos con total confianza, porque «El Padre celestial dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan» (Lc 11,13)
Hoy
La vida humana se esfuma, sólo tenemos el presente. Esta vida se vive de día en día. Al rezar esta parte del Padre Nuestro estamos recordando lo efímero de la vida temporal, pasa como el río, se acaba cuando menos lo esperamos.
Pedimos el pan de hoy, porque cada día tiene su propio afán y Jesucristo nos recomienda que no nos preocupemos del mañana (Mt 6,34), es decir, que vivamos con una actitud de abandono y confianza en los brazos paternales de Dios.
Cuando se reza el Padre Nuestro con sentido es una estupenda escuela para la formación de actitudes cristianas.
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