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Conocer para amar
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Conocer para amar



27 de abril de 2024Conocer para amar

Santo Evangelio según San Juan 14, 7-14. Sábado IV de Pascua.

Por: Jorge Alberto Leaños García, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


Amén.





Cristo, Rey nuestro.


¡Venga tu Reino!





Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)





Gracias, Señor, por llamarme a estar contigo. Quiero acercarme a ti con la confianza que me da el saberme que me quieres, que buscas siempre mi bien y que siempre me escuchas. Que este rato de oración me ayude a confiar más en ti.





Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 14, 7-14





En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto». Le dijo Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta». Jesús le replicó: «Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ve a mí, ve al Padre. ¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no me dan fe a mí, créanlo por las obras. Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aun mayores, porque yo me voy al Padre; y cualquier cosa que pidan en mi nombre, yo la haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Yo haré cualquier cosa que me pidan en mi nombre».





Palabra del Señor.






Medita lo que Dios te dice en el Evangelio





Si conociéramos plenamente el amor de Dios, ¿qué sería de nosotros? ¿Qué haríamos o qué dejaríamos de hacer? O mejor dicho, ¿qué seríamos o qué dejaríamos de ser?





Conocer a Dios no sólo consiste en leer libros u oír palabras referidas a Él. Tener un conocimiento personal es más que sentir o no sentir, es más que una vana creencia; es llegar a tener la certeza vital de que alguien tuvo el valor de amar sin medida al entregar radicalmente toda su persona.





Cada uno de nosotros, con espíritu sobrenatural, estamos en la búsqueda de Cristo para encontrar, bajo la luz del Espíritu Santo, el rostro del Padre. Con Él, Padre, Hijo y Espíritu Santo, hemos pasado momentos duros o placenteros, momentos de confusión o iluminación, momentos… ésta es la clave: tener momentos con Dios, tener un tiempo para Dios.





El corazón mundano dice «perder el tiempo en el sagrario» al momento de buscar a Dios en el tabernáculo. Mientras el alma, con un espíritu de fe, defiende la certeza de que es la mejor inversión, pues el fruto llega a ser de un valor que no se puede comprar ni vender, sino sólo ganar con una actitud que Dios, en su infinita bondad y misericordia, se digna mirar.





Sentir la mirada de Dios provoca una experiencia que aumenta nuestra relación personal. Es necesario tener esta viva experiencia del misterio que sólo se entiende desde el amor.





«¡Qué difícil es dejarse amar verdaderamente! Siempre nos gustaría que algo de nosotros no esté obligado a la gratitud, cuando en realidad estamos en deuda por todo, porque Dios es el primero y nos salva completamente, con amor. Pidamos ahora al Señor la gracia de conocer la grandeza de su amor, que borra todos nuestros pecados. Dejémonos purificar por el amor para reconocer el amor verdadero».


(Homilía de S.S. Francisco, 9 de marzo de 2018).






Diálogo con Cristo





Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.





Propósito





Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.





Buscaré conocer a Dios buscándolo en un lugar donde me cueste verle.





Despedida





Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.


Amén.





¡Cristo, Rey nuestro!


¡Venga tu Reino!





Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.


Ruega por nosotros.





En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


Amén.



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