En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Concédeme, Señor, la gracia de que en este momento de oración experimente y goce el poder estar a tu lado, contemplarte y escucharte. Que descubra tu amor y presencia, tu escucha amorosa.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 13, 1-9
Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:
«Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. Él que tenga oídos, que oiga».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Seguramente hemos experimentado muchas veces lo bello y gratificante que es el pasar un largo tiempo en diálogo con una o varias personas, o también simplemente estar en su compañía. En el Evangelio de hoy vemos cómo Jesús pasó largo tiempo hablándole a la muchedumbre que lo escuchaba. ¿Qué experimentaban en sus corazones los que escuchaban al Señor, qué les hacía estar largo tiempo en su presencia? A mí, ¿qué me hace estar con el Señor? ¿Busco y deseo estar a su lado, le escucho?
El Señor nos ama tanto que está siempre para nosotros. Él vino, se encarnó para comunicarnos su amor, para darnos luz, para enseñarnos la verdad y el camino, para darnos vida. Sus palabras deben tocar nuestro interior, iluminarlo y alentarlo. En Él, y en sus palabras, podemos encontrar el verdadero consuelo, la verdadera paz y felicidad, el sentido a nuestra vida y a lo que en ese momento estamos viviendo.
Entrar en oración, visitarle en la Eucaristía, dirigir nuestra mirada y pensamiento a Él, es desear estar con Él. Descubramos la belleza que hay en estar ahí, en gastar nuestro tiempo a su lado, en dejar que sus palabras penetren mi corazón, porque es ahí donde nuestra vida da verdaderos frutos. Es experimentar y gustar la fuerza, el ardor y la dulzura de sus palabras y de su presencia.
«Los frutos de la misa, [de la oración] por tanto, están destinados a madurar en la vida de cada día. Podemos decir así, un poco forzando la imagen: la misa es como el grano, el grano de trigo que después en la vida ordinaria crece, crece y madura en las buenas obras, en las actitudes que nos hacen parecernos a Jesús. Los frutos de la misa, por tanto, están destinados a madurar en la vida de cada día. En verdad, aumentando nuestra unión con Cristo, la eucaristía actualiza la gracia que el Espíritu nos ha donado en el bautismo y en la confirmación, para que nuestro testimonio cristiano sea creíble. Entonces, encendiendo en nuestros corazones la caridad divina, ¿la eucaristía qué hace? Nos separa del pecado: “Cuanto más participamos en la vida de Cristo y más progresamos en su amistad, tanto más difícil se nos hará romper con Él por el pecado mortal”».
(Homilía de S.S. Francisco, 4 de abril de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré un momento en el que pueda estar a solas con Él.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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