En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Niño Jesús, concédeme la gracia de encontrarme contigo en lo más profundo de mi corazón.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 1, 18-24
Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.
Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel que quiere decir Dios-con-nosotros.
Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Has escuchado alguna vez el segundero de un reloj? Este sonido es casi imperceptible, pero cuando encuentras un momento de completo silencio, puedes lograr percibir cómo la manecilla avanza constantemente como estirando la fuerza de gravedad. San José, en el Evangelio de hoy, es también un hombre de silencio que no dice ninguna palabra en el Evangelio, ni siquiera sabemos cómo fue su muerte, pero él te quiere enseñar que en el silencio escucharás la voz de Dios. San José, en el silencio del sueño de la noche, escucha perfectamente a Dios que por medio del ángel le dice: «José, hijo de David, no temas tomar a María» (Mt 1, 20).
Pero ¿cómo puedes alcanzar ese mismo silencio exterior e interior de san José? Creo que la Misa es un gran medio que te ayudará a vivir la misma experiencia de san José: escuchar la voz de Dios en el silencio. Te digo porqué. Seguramente cuando entras a la Iglesia vienes pensando en muchas cosas: los hijos, los problemas del trabajo, los pendientes de la escuela, etc. Por esta razón, al inicio de la Misa, la oración que se dirige a Dios es la oración de la Iglesia a través de las palabras de la liturgia: el «Señor, ten piedad», las lecturas, la plegaria eucarística, etc. Todo esto va preparando tu corazón para alcanzar un silencio profundo al recibir a Jesús en la Eucaristía. Seguramente en este momento podrás escuchar, como san José, más fácilmente la voz de Dios que te llama para algo grande.
Sólo faltan 6 días para Nochebuena y, probablemente, en estos días todavía tienes muchas cosas que preparar; pero el Evangelio de hoy nos quiere recordar que, para encontrarnos con el Niño Jesús, tenemos que ir preparando nuestro corazón con un poco de silencio interior.
«Celebrar la Navidad es hacer como José: levantarse para realizar lo que Dios quiere, incluso si no está de acuerdo con nuestros planes. San José es sorprendente: nunca habla en el Evangelio: no hay una sola palabra de José en el Evangelio; y el Señor le habla en silencio, le habla precisamente en sueños. Navidad es preferir la voz silenciosa de Dios al estruendo del consumismo. Si sabemos estar en silencio frente al belén, la Navidad será una sorpresa para nosotros, no algo que ya hayamos visto. Estar en silencio ante el belén: esta es la invitación para Navidad. Tómate algo de tiempo, ponte delante del belén y permanece en silencio. Y sentirás, verás la sorpresa».
(Homilía de S.S. Francisco, 19 de diciembre de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Vivir todas mis actividades diarias con un espíritu de silencio.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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