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¡Atención! tus acciones hablan
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¡Atención! tus acciones hablan

Además de las palabras, hay un tipo de comunicación silenciosa que los psicólogos han descubierto desde hace mucho tiempo. Es la comunicación no verbal. No sólo comunicamos y «mandamos mensajes» con las palabras, sino que hablamos también con nuestros actos, con nuestra conducta, con nuestros gestos, posturas y muecas: (un portazo puede decir más que mil palabras, una caricia vale más que un discurso. A veces, junto con las palabras, se añade también una comunicación no verbal.

Por ejemplo, cuando tú regañas a alguien y tu cara se pone roja, estás hablando los dos lenguajes: verbal y no verbal. Incluso tu cara enfurecida habla más fuerte que tus palabras. En otras ocasiones tus palabras y tu comunicación no verbal pueden no ir de acuerdo y, en este caso, una cosa elimina el efecto de la otra. Si una mamá regaña a un hijo con palabras, pero se le ve en los ojos que se está riendo, obviamente el regaño no tendrá mucho efecto. Así sucedió a un marido que profesaba -verbalmente- mucho amor por su esposa pero que coqueteaba con otras mujeres de forma incorrecta delante de ella. Sus palabras quedaban anuladas por su conducta. ¡Estas obras hablan y afectan a los sentimientos, a las emociones del otro!

* Me molesta mucho cuando le hablo y no me hace caso. Además es poco expresiva.

* Él había trabajado buena parte de la noche y estaba muy cansado. Ella tampoco había dormido mucho y el día anterior había sido difícil a causa de los niños. A la hora del desayuno le preguntó ella si quería huevos. Él estaba viendo las noticias y no le contestó. Ella se desesperó y explotó.

Afortunadamente este fenómeno de la comunicación no verbal funciona también de forma positiva. Los esposos se comunican muchas cosas buenas sólo con lo que son y con lo que hacen. ¡Para cuántas esposas es motivo permanente de satisfacción y seguridad ver a sus esposos trabajar responsable e incansablemente para dar a la familia un buen tenor de vida! ¡Cuántas veces he oído decir a los maridos palabras de admiración por el trabajo abnegado e inteligente que hacen sus esposas con los niños o simplemente porque siempre encuentran en su bolsillo un pañuelo limpio!

La moraleja: revisar qué comportamientos tuyos pueden estar causando sentimientos agradables o desagradables en la otra persona. Cuando se trata de sentimientos positivos es muy bueno referirlos a la pareja. En el matrimonio y en la familia se intercambian muchas «obras» por las cuales nos sentimos bien, dichosos y amados. Cuando esto sucede y te sientes feliz no dejes de referirlo a la persona que te ha agradado y agradéceselo. Esto es lo correcto. Además, una palabra de gratitud es como una dinamo que genera todavía más entrega y el matrimonio vivirá el círculo «virtuoso» de la emulación en el bien. Sabemos que la gratitud es una flor más bien rara en el jardín de los hombres pues para ser agradecidos hace falta ser humilde. El soberbio cree que todo se le debe y, por eso nunca sabe abajarse para dar gracias sinceramente. Son muchos los actos de servicio y de amor que los esposos se dispensan. Son muchísimos más que los problemas. Hay que cultivar positivamente nuestra sensibilidad para reaccionar con gratitud y no dejar que la rutina nos acostumbre a recibir volviéndonos fríos e insensibles. Si se pudiera, un matrimonio debería tapizar las paredes de su casa con «diplomas de reconocimiento». Así, en ciertos momentos de dificultad, recordaría más fácilmente los momentos buenos y no dejarían que los momentos negativos tomaran la delantera.

Quiero terminar este apartado narrándoos dos historias simpáticas sobre esta comunicación no verbal. La primera se refiere a una pareja de recién casados. Todos los días cuando él regresaba a casa encontraba la luz del garaje encendida facilitándole así la entrada. Esto lo interpretó como un detalle muy grande de su esposa que tenía la delicadeza de encenderle la luz antes de que él llegara. Nunca se lo comentó hasta que un día no encontró la luz encendida y sintió una pequeña tristeza.

– ¿Por qué no me has encendido hoy la luz? le preguntó dulcemente a su esposa.
– ¿Qué dices, contestó ella, ¿a qué luz te refieres?.
– La luz del garaje que casi siempre encuentro encendida cuando llego.
– ¡Ah! ya entiendo. Todos los días llega el lechero por la tarde y tengo que bajar a recoger la leche. Prendía la luz y se me olvidaba apagarla al subir. Hoy no ha venido y por eso no la he encendido.

El otro caso sucedió en un retiro para matrimonios. Después de una conferencia sobre la comunicación de los sentimientos se entregó un material para que trabajaran sobre él. El marido de una de las parejas, mientras hablaba de estas cosas, bostezó largo y tendido y se le salieron unas lagrimitas por razón del bostezo. La esposa, que en este momento estaba hablando con mucho entusiasmo sobre la comunicación de sentimientos y que no se dio cuenta del bostezo, vio lágrimas. De inmediato, se conmovió mucho, se lanzó sobre él para abrazarlo diciendo «es la primera vez en años que te veo emocionarte». El pobre hombre no supo qué hacer y decidió dejarla en su «santa inocencia».

En estos dos casos no había fundamento real para el gusto que sentían las personas en cuestión. Pero las dos historias nos confirman el hecho de que las obras hablan y comunican y el matrimonio puede sacar mucho provecho de este hecho: cuidando las cosas negativas y potenciando las cosas positivas. Los dos casos referidos nos introducen también a otro tema: los malentendidos. Aquí fueron dos malentendidos «buenos», pero no siempre es así.  

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