Admiramos a las personas humanas que han destacado especialmente por su buen amar: madre Teresa de Calcuta, santa católica; sacerdote Vicente de Paúl, santo católico; etc. Ello puede afirmarse principalmente de la toda santa, la que ha amado totalmente, plenamente, máximamente, hasta el extremo, insuperablemente, la Santísima Virgen María. Dichas almas han tenido amor, han participado del amor. Pero no son el mismo amor. Su ser no es el amor mismo. La naturaleza humana no es lo mismo que el amor. No han agotado la excelencia del amor. El amor es capaz de realizaciones que ellas no han conseguido. En este sentido, sólo han tenido el amor en parte. Esto es, han amado en grado finito. Su amor no ha excedido el tope o el límite impuesto por su condición de seres creados, de entes limitados.
Muy distintamente ocurre en Dios. Dios es amor. Esta afirmación significa que Dios va mucho más allá de ser meramente un ser que tiene algo de amor. Esto es mucho más que tener mucho amor, que tener mucha santidad. El ser mismo de Dios es amor. En lo que consiste el ser de Dios es, exactamente, ni más ni menos, que en amor. Amor es el ser mismo de Dios. Dios es amor y nada más que amor. Siempre Dios es amor. Dios eternamente es amor. Dios no puede ser nunca de otra manera, no puede negarse a sí mismo. Dios no puede no ser amor, ya que su ser es amor. Todo en Dios es amor, no hay nada en Dios que no sea amor. Dios es amor infinito, Dios es amor ilimitado, amor sin límite alguno, perfección plena del amor, puesto que todo lo de Dios es infinito.
Un ser actúa conforme a lo que es. Así pues, Dios amor, hace obras de amor. Dios es misericordioso con nosotros. Dios nos ama. Dios nos ama con amor infinito.
El ser de Dios es misterioso. En las Sagradas Escrituras y en la doctrina católica existen verdades sobre Dios que resultan difíciles de entender, que son misteriosas. Todas ellas son verdad. Todas estas verdades están en armonía con la verdad de que Dios es amor. No puede existir ninguna verdad sobre Dios que niegue esta realidad: Dios es amor. Sólo desde el latido de amor del corazón de Dios somos capaces de entender suficientemente todas las verdades sobre Dios.
Cristo, verdadero Dios y perfecto Dios, persona divina, ser de infinita grandeza, nos ha amado tanto que se ha rebajado a dar su vida por amor a nosotros, sus pobres criaturas. Cada uno, por manchado que esté, puede afirmar con verdad: Cristo me ha amado y se ha entregado por mí, ha muerto por mí. Cristo, pues, nos ha amado más de lo que parecía posible. Nos ha amado mucho más de lo que parecía razonable. Nadie se habría atrevido a pedirle tanto. Cristo, sabiduría infinita, se ha excedido en su amor a nosotros. Nos ha amado con una verdadera y sapiencial locura de amor.
Así pues, ante todas las dificultades de la existencia humana, ante todas las sombras y obscuridades, hay motivos para confiar en Dios, bondad infinita, bondad tan buena, amor infinito. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío! ¡Jesús confío en Ti!
Dr. José María Montiu de Nuix, sacerdote, Misionero de la Misericordia, escritor, doctor en filosofía, matemático, canónigo de la catedral, postulador de las causas de los santos, con estudios de archivística.
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