En la misma línea de la parábola de los obreros en la viña, corre esta parábola pero con acentos más nítidos, pues se trata de una invitación a unas bodas, a una fiesta importante, y el rechazo de los primeros invitados contrasta con la gratuidad de la llamada a los extraños
«El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró las bodas de su hijo, y envió a sus criados a llamar a los invitados a las bodas; pero éstos no querían acudir. Nuevamente envió a otros criados ordenándoles: Decid a los invitados: mirad que tengo preparado ya mi banquete, se ha hecho la matanza de mis terneros y reses cebadas, y todo está a punto; venid a las bodas. Pero ellos sin hacer caso, se marcharon uno a sus campos, otro a sus negocios; los demás echaron mano a los siervos, los maltrataron y dieron muerte. El rey se encolerizó y, enviando a sus tropas, acabó con aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad. Luego dijo a sus criados: las bodas están preparadas pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y llamad a las bodas a cuantos encontréis. Los criados, saliendo a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos; y se llenó de comensales la sala de bodas. Entró el rey para ver a los comensales, y se fijó en un hombre que no vestía traje de boda; y le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin llevar traje de boda? Pero el se calló. Entonces dijo el rey a sus servidores: Atadlo de pies y manos y echadlo a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos»(Mt).
Muchos son los llamados
La validez universal de la parábola es evidente pues todo hombre es llamado al gran banquete de las bodas del Hijo. Además Jesús dijo esta parábola es dicha en momentos en que la oposición de escribas y fariseos es fuerte y violenta. Por ello, Cristo insiste en presentar el Reino de los Cielos abierto a todos los hombres de todos los pueblos de todos los tiempos. Muchos son, ciertamente, los llamados; pero sólo se encontrarán entre los elegidos los que tengan fe en que Jesús es el Mesías rey, y acojan el nuevo reinado de Dios entre los hombres.
Las parábolas de los viñadores homicidas, la del fariseo y el publicano y la del buen samaritano no añaden cosas nuevas en cuanto al contenido del Reino; pero sí son importantes en el contexto de los hechos que van a suceder en cuanto a la aceptación o no de Jesús como Mesías, y con Él del Reino de Dios que predica con intensidad y sin componendas.
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