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Espíritu Santo
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Espíritu Santo

Espíritu Santo, tercera Persona de la Santísima Trinidad.

Por: Margarita Gonzalez | Fuente: Catholic.Net

Ya desde el Génesis, se nos dice cómo el Espíritu Santo, junto con Dios Padre y Dios Hijo, aleteaba sobre las aguas, infundiéndoles Vida.  Es así como esa fuerza creadora viene también a Re-Crear al hombre, que Jesús redimió y que por sus pecados y malas acciones, se había alejado de Dios.  Nos permite comprender, con sus luces y dones, la dar estatura Divina que Jesús nos alcanzó.

El Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad que procede del Padre y del Hijo, y que recibe la misma Adoración y Gloria, que con Su Aliento Divino nos da Santidad.

  • Es la presencia de Dios con nosotros, y en nosotros que por gracia divina Dios Padre nos concedió, para aspirar a la vida eterna.

  • Es la Unción Espiritual que devuelve la gracia original, y la estatura primaria al hombre, que tenía antes de la desobediencia de los primeros padres.

  • Fuerza invencible que nos comunica Vida en e Espíritu para darnos a entender y comprender la Divina Revelación de Dios, Uno y Trino a la vez.




  • Renueva y Vigoriza al Alma, al Espíritu que nos mueve a buscar el alimento espiritual, ya que falto de alimentos, puede perecer.

  • Distinción de Dios para los hombres, pues solo al hombre se le concedió un Espíritu, Santo porque procede de Dios.

  • Es ese Huésped Amable del Alma que nos motiva con sus mociones a encaminarnos al Bien, para que, experimentándolo con nosotros mismos, deseemos darlo a conocer a los demás.

En el Antiguo Testamento:

Como hemos dicho, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo y es el enlace de amor entre-ambos.

Dios, desde el Principio,  nos hace otra Promesa más, pues ya nos había anunciado el envío del Mesías que nos daría la Redención, y esta Promesa es: “Enviaré MI Espíritu para santificar vuestras vidas en el conocimiento y experiencia del Amor de Dios”.  

Así, en Jeremías 31, 21-24, Dios Padre nos dice: “Días vienen en que Yo haré con la Casa de Israel Nueva Alianza, pondré MI  Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré. Yo seré Su Dios y ellos serán mi pueblo”.  



En el Nuevo Testamento:

En Jesús se cumple la Promesa del Padre, hecha a nuestros primeros padres, Adán y Eva de enviarles un Redentor, y una vez realizado este Acto Supremo de Amor, de obtenernos la Redención por el Sacrificio y Resurrección de Jesús, es que estamos capacitados a recibir esa otra Promesa del Padre, de recibir el Espíritu Santo.    

En Juán 15, 26-27, nos dice Jesús:

“Cuando venga el Espíritu de Verdad que procede del Padre y que yo enviaré de junto al Padre, Él dará Testimonio de Mí, y ustedes también darán Testimonio”…

En Hechos 1, 4-8; Jesús dice a sus Apóstoles que no se ausenten de Jerusalén, sino que aguarden la Promesa del Padre, les dice: “Ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo y serán mis testigos hasta los confines de la tierra”…

Aquí vemos como el Espíritu Santo, promesa cumplida de Dios, nos dará luces para comprender lo actuado por Dios en nuestro favor y así podamos desarrollarnos en el Amor.

Dentro de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo es la Presencia Santificante del Padre y del Hijo, que desea continuar modelando nuestro Espíritu a la Luz de la Verdad Revelada por el Testigo enviado por Dios, Jesús, el Hijo Primero y Único que nos ha traído la Salvación, la Redención, Signo inequívoco del Amor con el que nos ama Dios., aumentada con la Gracia de la Filiación.

Así, el mismo Jesús ratifica y precisa todas las Promesas anteriores sobre el Espíritu.  Nos lo Revela como Promesa y nos habla de Su Presencia y de Su Acción Multiforme, y es así que en Juán 7, 39, nos dice: “Yo pediré al Padre y les dará otro Paráclito para que esté con ustedes siempre, el Espíritu de Verdad a quien el mundo no puede recibir, porque el mundo no lo ve ni le conoce.  Pero ustedes le conocen porque mora en ustedes y en ustedes está”.   Somos Templos del Espíritu Santo.   

PENTECOSTÉS:  

Y así vemos cómo en el Libro de Hechos de los Apóstoles, 2, 1-11; nos dice:  “En el día de Pentecostés, todos los discípulos estaban reunidos en un mismo lugar.  De repente se oyó un gran ruido que venía del Cielo, como cuando sopla un viento fuerte, que aparecieron Lenguas de Fuego, que se distribuyeron y se posaron sobre ellos, se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en otros idiomas, según el Espíritu les inducía a expresarse.

En esos días, había en Jerusalén judíos devotos, venidos de todas partes del mundo.  Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.

Atónitos y llenos de admiración, preguntaban: “¿No son galileos todos estos que están hablando?… ¿Cómo es que los escuchamos hablar en nuestra lengua nativa?…

Entre nosotros hay medos, partos, elamitas, otros venidos de Mesopotamia, Judea, Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto o de la zona de Libia que limita con Cirene.  Algunos somos visitantes, venidos de Roma y judíos y prosélitos, también hay cretenses y árabes. Y sin embargo, cada quien los oye hablar de las Maravillas de Dios en su propia lengua”   

BABEL – PENTECOSTÉS:   

Y aquí podemos ver la acción del Espíritu Santo en los Apóstoles.  Personas de distintos lugares e idiomas entendían lo que el Espíritu Santo les comunicaba por Su Acción en los Apóstoles:   En Babel la soberbia del hombre les hace hablar distintos idiomas Nadie se entiende pues cada quien hablaba de sus egoísmos y soberbias.  De lo que había en sus corazones No hay unidad ni humildad ni respeto a Dios. Solo soberbia al querer conquistar el Cielo por medios distintos a los de Dios.

En cambio, en Pentecostés, por la derrama del Espíritu Santo, todos los corazones están en comunión con Dios. Comunión = Común Unión con Dios y el mensaje que llevan en sus corazones puede ser comprendido por todos.  Todos los escuchan hablar en su propio idioma Presencia de Dios.

Otro pasaje de la Escritura nos hace ver otro aspecto de la acción del Espíritu Santo, que Jesús nos da.

Juán 20, 19-23 que nos dice: “al anochecer del día de la Resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: La Paz esté con ustedes.  Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: la Paz esté con ustedes, como El Padre me ha enviado, así también los envío Yo.

Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo.  A los que perdonen sus pecados, les quedarán perdonados. A los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”…  

Así podemos ver esta nueva moción del Espíritu Santo, la de ser capaces de perdonar como deseamos ser perdonados por Dios.

Así, vemos como, con la dación del Espíritu Santo, los Apóstoles y discípulos se convierten de comunidad pasiva en comunidad activa.  De comunidad que espera todo de Dios, en Comunidad puesta al Servicio de Dios, y eso somos todos nosotros, los que hemos sido Ungidos por el Espíritu Santo que se nos ha dado en los Sacramentos que hemos recibido y que practicamos.  

Y esa efusión plena  del Espíritu Santo es la que se les dará con mayor fuerza durante la Confirmación,  que nos convierte en soldados de Cristo, Apóstoles para ir al encuentreo de los Hermanos para anunciar la buena nueva, que nos transforma de Testigos del Amor de Dios y nos da la dulcísima Gracia de poder decir “ABBA”, Padre, pues hemos sido conformados dentro de la Familia de Dios.

Y así, el Espíritu Santo, actuante siempre en nosotros, cumple en determinados momentos, acciones especiales que sirven para dar cumplimiento a las Promesas del Padre que nos ama y que lucha por darnos la Felicidad que nos ha prometido, pero que tenemos que defender y consolidar.

Así, el Espíritu Santo derrama sus Dones sobre nosotros:

  1. DON DE FORTALEZA, para resistir las tentaciones y pecados.

  2. DON DE CIENCIA: Para aprender y comprender

  3. DON DE SABIDURÍA:  Para conocer el Amor de Dios  por nosotros

  4. DON DE ENTENDIMIENTO: Para entender lo que Dios quiere de nosotros y hacerlo con prontitud.

  5. DON DE CONSEJO: que nos inspira las obras de Amor y Lealtad hacia Dios y hacia nuestro origen divino que busca volveré a Su Creador.

  6. DON DE PIEDAD: Para compadecernos de las necesidades ajenas, viendo cuán pródigo ha sido Dios con nosotros.

  7. DON DE TEMOR DE DIOS:  No como temor que se experimenta ante algo desconocido que quiere hacernos mal, sino como el Santo Temor de Dios que, sabiendo cuánto nos ama, no queremos hacerle mal a tan Santo Amor.  Temor de ofenderlo, sabiendo de la Delicadeza de Su Amor. Querer actuar como Él actúa.

Así, con estos Dones debemos desarrollarnos en el Amor, Ley y Moneda del Reino de Dios que nos hace partícipes de Su Reino Celestial.

EL BIEN NO CONTEMPLA LIBERTINAJE.  LOS VALORES MORALES SON ETERNOS Y SIEMPRE ACTÚAN EN NUESTRO FAVOR.  Hagámoslos vida y dignifiquémonos en el Amor.  

FRUTOS DEL ESÍRITU SANTO   

Caridad, Paz, Alegría, Paciencia, Benignidad, Comprensión de los demás, Generosidad, Bondad, Fidelidad, Mansedumbre, Continencia y Castidad.

Y todas las obras que son hechas con gozo y paz en el Alma, es por la Luz del Espíritu Santo en nosotros.

LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO NO SON HÁBITOS, O REALIDADES PERMANENTES, SINO ACTOS DE AMOR.