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La oración y la acción apostólica
Identidad

La oración y la acción apostólica

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor vengo porque quiero estar contigo. Quiero poner en tus manos todas mis preocupaciones, mis cansancios, mis esfuerzos, mis victorias y mis derrotas. Orar, hablar, estar contigo es un descanso para mi alma. Te pido aumentes mi fe, mi esperanza y mi caridad. Necesito de estas tres virtudes para estar siempre en tu camino, siguiéndote con amor, alegría y generosidad.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 10,38-42

En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llama da Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llama da María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra. Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: «Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude». El Señor le respondió: «Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará».

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Muchas veces he escuchado reproches por Marta, dado que María había escogido la mejor parte. Es como si Marta estuviera haciendo mal, no, se puede ver este pasaje desde otra perspectiva.

Dice el texto que Marta fue quien te recibió en su casa. La casa era de Marta, ella fue la que te acogió. María pudo escucharte dado que Marta te dio albergue. Sin Marta, María no habría podido elegir la parte que escogió.

Marta y María pueden ser dos imágenes de ese aspecto de nuestro carisma como miembros del Regnum Christi: contemplativos y evangelizadores; la oración y la acción apostólica.

María representa esa parte contemplativa de quien se sienta a tus pies para escuchar tu mensaje, de quien sabe lo valioso que es pasar tiempo delante de ti, y acompañarte. Ella disfruta de estar sentada mirándote, escuchándote. Es la invitación a vivir este don de mi vocación con alegría, con intensidad. Ella sabe dedicar su tiempo a la oración, a estar contigo.

Marta, por su parte, representa la acción, el trabajo, el celo. Sin Marta la casa que tenía tantos huéspedes no hubiera sido propicia para el encuentro contigo. Ella está corriendo sirviendo alguna bebida, atendiendo algún enfermo, dando asiento a algún apóstol, poniendo algo de comida en la mesa.

Tú amas a ambas, las quieres como son. Y aunque das primacía a la vida de oración, no reprimes la acción de Marta. Simplemente le previenes del activismo, del pensar que el actuar, el hacer, el predicar, es lo principal, olvidando la oración.

Como cristianoi me llamas a ser contemplativo, orante, persona de silencio, de recogimiento, de escucha, de lectura de tu Palabra; pero también me llamas a ser evangelizador, activo, celoso por la salvación de las almas, inquieto para ver las oportunidad y así ayudar a que otros te busquen y se encuentren contigo. Dame, Señor, estas dos actitudes de estas mujeres.

«Si nosotros vamos a rezar -por ejemplo- ante el Crucifijo, y hablamos, hablamos, hablamos y después nos vamos, no escuchamos a Jesús. No dejamos que Él hable a nuestro corazón. Escuchar: esta es la palabra clave. No lo olviden. Y no debemos olvidar que en la casa de Marta y María, Jesús, antes que ser Señor y Maestro, es peregrino y huésped. Por lo tanto, la respuesta tiene este primer y más importante significado: Marta, Marta, ¿por qué te afanas tanto en hacer cosas para el huésped hasta olvidar su presencia? -El huésped de piedra- Para acogerlo no son necesarias muchas cosas; es más, necesaria es una cosa sola: escucharlo -he aquí la palabra: escucharlo-, demostrarle una actitud fraterna, de modo que se dé cuenta de que se está en familia, y no en una «hospitalización provisional»».
(Homilía de S.S. Francisco, 17 de julio de 2016).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Me meteré de lleno a mis actividades de hoy pero consciente de que todo mi trabajo siempre será para gloria de Dios

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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