En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Gracias, Señor por el don de la fe por la que me puedo poner en contacto contigo. Esa virtud me permite encontrarte en todos los momentos de mi día porque estás dentro de mí, en mi alma. Gracias porque puedo confiar en ti como en ninguna otra persona, seguro de que nunca me defraudarás. Gracias por permitirme amarte, porque mi amor es la respuesta al amor tan grande que me has tenido. Aumenta en mí, Señor, estas tres virtudes.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 1-12
En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, y les dijo:
“Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos loa que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos, puesto que de la misma manera persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy celebramos a todos los santos, Señor. Miles de hombres y mujeres que habitan junto a ti en el cielo. Personas que ya han llegado a la meta y que tal vez no son conocidos en ningún lugar. Esta fiesta tiene mucho que decir a mi vida.
Este día es una invitación a la santidad. Es la vocación de mi vida. Y cuando me pregunto qué es la santidad, puedo acudir a este pasaje y entonces tendré los consejos más valiosos para acoger. Ayúdame, Señor a creer que puedo ser santo, no por mis solas fuerzas, sino por la cooperación con tu gracia. La santidad es el mayor ideal al que puedo tender. Ser santo no es ser perfecto como a veces pienso, ser santo es ser lo que Tú quieres que sea y amarte a ti y a los demás como Tú me has, y los has, amado.
Pero otro elemento para hablar contigo en esta oración es el de la santidad oculta. Hoy festejamos justamente a todos los que llegaron al cielo, los que son santos. Santos no son sólo aquellos que «llegan a los altares», que canoniza la Iglesia, que presenta como modelos de alguna virtud; santos son todos aquellos que pasaron por este mundo cumpliendo tu Voluntad y, al final, lograron encontrarse contigo y vivir en la eternidad a tu lado. Miles de personas que no conozco sus nombres, sus nacionalidades, sus trabajos, esfuerzos y sacrificios. Santos que se fueron fraguando en el silencio del día a día en la trabajo, en la oración, en la familia, en el apostolado.
Y un tercer aspecto es el de la intercesión. Ellos están ante Ti y, con su intercesión, pueden concederme muchas gracias. No son ellos quienes realizan los milagros o los que conceden los favores. No. Son ellos los que, escuchando mi petición, corren a tu presencia para rogarte me des lo que pido, si tu Voluntad así lo quiere y permite.
Concédeme, Señor, en este día, ilusionarme por la santidad, una santidad oculta que construyo cada día, cada hora, cada minuto. Pongo, por intercesión de los santos, las peticiones más hondas que llevo en mi interior.
«Si hay algo que caracteriza a los santos es que son realmente felices. Han encontrado el secreto de esa felicidad auténtica, que anida en el fondo del alma y que tiene su fuente en el amor de Dios. Por eso, a los santos se les llama bienaventurados. Las bienaventuranzas son su camino, su meta hacia la patria. Las bienaventuranzas son el camino de vida que el Señor nos enseña, para que sigamos sus huellas».
(Homilía de S.S. Francisco, 1 de noviembre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Procuraré leer una sencilla biografía de un santo desconocido.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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