En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Yo no soy digno de mi Dios: jamás lo seré. Y, sin embargo, continúo siendo infinitamente amado; pareciera que cuanto más bajo voy, más alto es el amor que Tú me tienes. No merezco recibir tu gracia, no amerito recoger tu amor y soy también indigno de ponerme en tu presencia santa. Pero, pese a todo, puedo hacerlo, presentarme cara a cara con mi Dios. Él me ama y jamás me retirará el sublime don de poder contactar con su amor. Gracias, Señor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 23-26
En aquel tiempo, Jesús dijo a los escribas y fariseos: “¡Ay de ustedes escribas y fariseos hipócritas, porque pagan el diezmo de la menta, del anís y del comino, pero descuidan lo más importante de la ley, que son la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que tenían que practicar, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que cuelan el mosquito, pero se tragan el camello!
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera los vasos y los platos, mientras que por dentro siguen sucios con su rapacidad y codicia! ¡Fariseo ciego!, limpia primero por dentro el vaso y así quedará también limpio por fuera”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Señor, el único deseo de mi alma que valdría la pena saciar, sería el de conformar mi corazón con el tuyo. Pero, al mismo tiempo que poseo esta profunda ilusión, me dedico tan constantemente a perseguir aquellas metas que me obstaculizan tal deseo. Soy tan débil, frágil, voluble. Me conozco y al mismo tiempo no me conozco. El día de hoy cometo los errores que el día de ayer me había propuesto abandonar. Mis apegos se tornan cada vez más complicados y me encuentro lejos de la sencillez. Sí, como los fariseos, descuido lo más importante. Vivo continuamente mirando al exterior, no sólo mío, sino también el de los demás. Y pocas o ninguna vez hago una pausa para contemplar qué es lo que se encuentra en mi interior, como en el de los demás.
Quiero pedirte perdón por ceder constantemente a la tentación del componer mi día a día sin mirar alguna vez al cielo. Perdóname, Dios mío, por marchar tan inconscientemente hacia las cosas que me alejan de mi fin. Aclárame la vista, pues quiero de verdad volverme a ti. Renueva mi esperanza de poder asemejarme a ti. No permitas que me pierda entre las confusiones que me alejan de tu amor. Ayúdame a vivir con sencillez, y a trabajar por alcanzar más bien una belleza interior, aquella que sólo tus ojos pueden ver.
Si hay algo que me hace feliz, es que Tú hayas venido a los tuyos a enseñarnos a vivir para jamás morir, aprendiendo a descubrir lo único esencial de nuestras vidas. Así quiero hacerlo con la mía en este día, caminar como Tú, mirar como Tú, obrar y sentir como Tú. Limpia por dentro mi vaso con tu amor, purifícame, Señor, y podré ofrecer luego tu amor a los demás también.
«Aquellos fariseos eran muy religiosos en la forma, pero no estaban dispuestos a compartir la mesa con los publicanos y los pecadores; no reconocían la posibilidad de un arrepentimiento y, por eso, de una curación; no colocan en primer lugar la misericordia: aun siendo fieles custodios de la Ley, ¡demostraban no conocer el corazón de Dios! Es como si a ti te regalaran un paquete, donde dentro hay un regalo y tú, en lugar de ir a buscar el regalo, miras sólo el papel que lo envuelve: sólo las apariencias, la forma, y no el núcleo de la gracia, ¡del regalo que es dado!».
(S.S. Francisco, audiencia del 13 de abril de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Voy a tener un momento adicional ante el Santísimo Sacramento para preguntarme delante de ti, Señor, si acaso me dedico demasiado a las cosas externas. ¿Puedo cambiar algo?, ¿qué podría prometerte?
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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