1. JESÚS EDUCA CON AUTORIDAD PORQUE ES AUTÉNTICO Y ES LA VERDAD.
a) Enseñaba con autoridad:
Ellos “estaban poseídos de admiración por Su enseñanza, porque Su palabra estaba llena de autoridad”; Jesús suele decir “yo os digo”, habla en nombre propio como nadie había hecho, e imparte una enseñanza divina: “Habéis oído que se ha dicho: No cometerás adulterio. Mas Yo os digo: Quienquiera mire a una mujer codiciándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.” A la samaritana, ante la pregunta de dónde está el verdadero Dios, si en el templo de Jerusalén o la montaña de Samaria, le dice: “Mujer, créeme a Mí, porque viene la hora en que ni sobre este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.” Los judíos hablaban invocando la Ley (“Como dice la Ley…, como dicen las Escrituras…”). Según palabras de Azucena Fraboschi, su autoridad como maestro provenía del Padre, que era Dios: “Pues El que Me envió es veraz, y lo que Yo oí a Él, esto es lo que enseño al mundo.” Jesús hablaba no apoyado en la autoridad de la Ley, sino directamente en la de Dios, a Quien llamaba Padre, y a Quien decía haber escuchado. No era la suya una relación con Dios a través de los sacerdotes sino una relación directa, filial. Jesús hablaba de Su Padre, Dios. Pero Él mismo, Su propia palabra es Verdad liberadora del hombre, porque siendo hombre perfecto, manifiesta al hombre su verdadero ser, que es de Dios y para Dios: “YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA; nadie va al Padre sino por Mí”.
b) Su enseñanza es original
y, a la vez, una recreación y perfeccionamiento de lo ya existente: “No vayáis a pensar que Yo he venido a abolir la Ley y los Profetas. Yo no he venido para abolir, sino para dar cumplimiento…” Pero no se trata de un cumplimiento exterior sino algo que nos compromete en primera persona: “Os digo, pues, que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.” Al tiempo que confirma la Ley, la enseñanza de Jesús invita a profundizarla, a espiritualizarla, a crecer.
Jesús es un maestro que enseña con autoridad una doctrina original; que aduce la revelación del Padre como fuente de Su autoridad; que se ofrece como guía, invitando a que Lo sigan todos, porque es maestro universal, criterio y norma de conducta.
c) La figura amable de Jesús nos enseña a vivir de una manera auténtica:
En su vida encontramos la verdad (“yo soy… la verdad”), encontramos un sentido a todo. Jesús es alguien que habla con autoridad, que sabe el por qué de las cosas y –como se ha dicho- para quien tiene un por qué le es muy fácil el cómo. Romano Guardini acaba su obra sobre la realidad humana del Señor con un capítulo sobre “El Maestro, el Poderoso, el Existente”. Es un Maestro santo: vive auténticamente. Tiene la plenitud del conocimiento de Dios: es el que sabe, el sabio: sabe más que nadie, pero sobre todo sabe esencialmente, tanto de los hombres como del mundo (sin la mezcla de ignorancia mezclada con pasiones que tenemos los hombres). Él ve. Distingue realidad y apariencia, sentido y engaño. Conoce lo bueno y lo malo. Sabe el camino: “quedó admirada la gente de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus doctores” (Mat 7, 28-29)
Nuestro modo de imitar al Modelo no es algo exterior, sino que se trata de conformarse a Él, como “meterse en su piel”, “sumergirse en Él”, pues “conformar” es “hacerse a la forma”, participar de su vida, de sus sentimientos. Es decir, estar motivado, en la medida posible a una criatura, a revivir la vida de Jesús y prolongarla en la propia, porque la gracia que El nos ganó es participación de la que inhabita en su alma: tened en vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús (Filip 2, 5).
d) De Él aprendemos a ser auténticos, la honorabilidad intelectual, la honradez, o también llamada coherencia:
Significa ser yo mismo. Muchos no son maestros sino mercenarios: enseñan lo que está de moda, dicen lo que queda bien, hoy hay mucho miedo a aparecer como católicos. Hay como un afán de éxito y gloria, decir lo que conviene. Recuerdo a un amigo que, al volver de una reunión donde expuso unas ideas que me parecieron vacías, pensé que las había dicho para quedar bien, para gustar, le pregunté: “de todo esto, ¿tú en realidad qué piensas?” y me contestó tranquilo: “yo ya no sé lo que pienso”, sabía lo que convenía decir, no sabía lo que era verdad. La vanidad, comodidad, ambición, seduce como cantos de sirenas y muchos pierden la cabeza… Hay un cinismo de pensar lo que está de moda, “vender” lo que conviene.
Jesús en cambio dice la verdad, sin avasallar: está lleno de respeto ante la libertad del hombre, nunca le hace violencia; no engaña con sugestiones como la publicidad, ni con un entusiasmo superficial, ni por terror (aunque los hombres muchas veces basemos la educación en el miedo), ni por sorpresa, como decía Guardini: “siempre apela a la responsabilidad del que escucha y le lleva al punto donde ha de decir ‘sí’ o ‘no’”. Frente a los que quieren éxito, Jesús nos muestra la búsqueda de la verdad”, enseña lo auténtico, lo que se vive. Estos son los frutos que perduran, lo demás se pudre. Jesús vino para manifestarnos la verdad, como le dice a Pilatos: “Yo para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad» (Jn 18, 37). No se oculta, ni lleva una vida solitaria, sino que se manifiesta ante todos. No deja que le retengan solo con algunos, en una ciudad: «Es preciso que anuncie también el reino de Dios en otras ciudades, porque para esto he sido enviado» (Juan 4, 43).
e) Para un cristiano, todo queda referido al modelo, Cristo, y ofrecido al Padre Dios.
Entonces, no hay polilla o polvo, no hay preocupaciones por la precariedad, siguiendo el ejemplo y los consejos de Jesús: “no os preocupéis por vuestra vida…” Entonces la autenticidad adquiere una coherencia que es testimonio fiel, martirio, pues muchos sufren por la verdad (desde el antiguo Séneca hasta nuestros días, basta citar el caso emblemático de Tomás Moro). Entonces, ya mi investigación no será ficticia, sino parte de mi vida; no esclavizará, porque tendrá un motivo más alto que la gloria humana; no estará desligada de mi preocupación por los demás sino que dirigida a ella; ni tampoco viviré para enseñar sino que ese trabajo, como lo demás que haga, será un ingrediente de mi vida, un medio de hacer el bien y de hacerme bueno. Si me miro en Cristo, mis perspectivas se amplían sin cesar, van mucho más lejos: ya no tendré objetivos a los que someterme; las metas no me dominarán pues no dependo de que se cumplan: puedo ya celebrar el acontecimiento de que “el Reino de Dios ha llegado” (Mrc 1, 5) y se está abriendo camino continuamente, aunque no lo vea. El vivir no se desliga del contemplar, ni del dar la vida, la verdad me lleva a ser verdadero y en la medida que soy verdadero, soy. En todo pongo un poco de mi corazón, y un trozo de alma, un pedazo de mi vida, en una unidad que me recuerda lo que decía una hija de Tomás Alvira: “todo en mi padre era verdad: por eso era tan buen educador”.
f) Jesús no enseña meramente; lo que enseña, lo hace él también.
Su modo de ver, su relación con Dios, toda su vida, están detrás de sus palabras. Puede preguntar a sus enemigos: “¿Quién de vosotros me hará convicto de pecado?” (Juan 8, 46). Y puede decir: “Sígueme” (Mat 4, 19; 8, 22; 9, 9; Marc 2, 14; Luc 9, 59; Juan 1, 43). Encontramos una gradación aún más profunda de su unión con la verdad, señala Guardini: “Ante Pilatos, Jesús dice: ‘Yo nací y vine al mundo para esto, para atestiguar sobre la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz’ (Juan 18, 37). En los discursos de despedida se dice: ‘Yo soy el camino, la verdad y la vida’ (14, 6). Y en la introducción a San Juan: ‘En el principio existía la Palabra, y la Palabra existía en Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en Dios en el principio. Todo se hizo por ella, y sin ella no se ha hecho nada en lo creado’ (1, 1-3). Las tres frases constituyen una poderosa subida, y desvelan una relación con la verdad cuya índole sólo se puede entender despacio. Pero ésta no ha desplazado nada, porque está ella misma en la misión apostólica y tiene lugar en el Espíritu Santo”. Todo en Jesús es kerygma, mensaje, verdad…
g) Nuestro mundo se pregunta: ¿Qué es la verdad? ¿Hay una verdad, o se “hace”?: “Verdad” significa que lo que es temporal se nos resuelve en lo que tiene validez eterna, que el ser de Jesús está abierto pues mientras que nosotros buscamos esa verdad Él es la verdad: “Yo soy” la verdad, nos dice, no sólo en cuanto que no miente, sino en el modo de su existencia, la verdad está radicada en Él, el ámbito de la validez es Él, Él es la idea de verdad, la palabra no es algo que sale de una sabiduría limitada sino que no se pierde nada en esa expresión del interior pues Él mismo “es la palabra creadora desde la cual se hace posible todo hablar”, como expresa bellamente San Juan en el prólogo de su Evangelio sobre el “Logos” que existía “en el principio”. Por eso, “cuando enseña, no dice algo que estuviera ya dispuesto pero quizá escondido, sino que dice la verdad que Él es, y fundamenta toda la restante verdad.
Es la idea por la que todas las cosas son verdaderas. En el ámbito y en la luz de sus palabras, son verdaderas todas las afirmaciones verdaderas. Pero con eso se ha elevado desde el concepto de Maestro imaginable por nuestra experiencia, hasta lo absolutamente único” (Guardini). Es decir, para saber si algo es verdad basta ponerlo –por decirlo de algún modo- en el “espejo de la verdad”, que es Cristo.
h) Sería maravilloso que Cristo Modelo del educador nos enseñara a participar de su autoridad,
Porque nos haga participar de su autenticidad, pues el que de verdad es maestro es el testimonio, que sirve de modelo. Para ello, hemos de interesarnos por otros aspectos de su psicología: la coherencia, el ejemplo, la disciplina formativa, etc… El ejemplo de Jesús nos da la clave para profundizar luego en tantos valores. Concretamente, a enfocar el tema de la autoridad, que todo educador desea entender, ese misterioso talento, y distinguirlo del poder… el poder que se impone por la fuerza reprime al que está debajo, la autoridad en cambio tiene fuerza en sí misma y provoca seguimiento; es algo que se puede perder o ganar, y muchas veces pensamos en cómo «ganar la autoridad con mis alumnos».
Jesús es poderoso: en los milagros las cosas -para mostrar el reino de Dios- se sujetan a su voluntad. “Algo análogo debería ocurrir a todo el que lee el Evangelio sin cerrar su corazón”, dice Guardini, “debería percibir la potencia que se expresa” en los milagros: “se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra” (Mat 28,18). Todo se hizo por él (Juan 1, Colosenses 1). Esa autoridad se refleja en el pasaje ya citado del Sermón de la montaña: “les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus doctores” (Mat 7, 28). Sus palabras a veces eran duras, atrevidas, llenas del impulso de la excitación, sino mucho más: sus palabras tocan el corazón allí donde no alcanza ninguna palabra humana. Apartan el engaño y ponen al hombre delante del Dios santo. Llaman a la conversión de todo, incluso del que es bueno y piadoso ante el mundo, hacia Dios, y dan la posibilidad de realizarla. Sus palabras no sólo son significados, sino fuerzas; fuerzas procedentes de Dios, fuerzas del Espíritu Santo”.
“También hay poder en sus actitudes, en su acción, en su figura. Nos dicen cómo en Pascua echó del Templo a todos los compradores y vendedores”, con pocas palabras y unos cordeles trenzados le obedece una multitud: resplandece algo en él. Es un poder que “rige a través de todo. Forma una personalidad tremenda, una honda concentración del alma, de una voluntad perfectamente libre, que está entera en la sagrada misión, una presencia gigantesca… Pero por detrás surge más, desde Dios, tan inmediatamente, que, por ejemplo, después de la pesca milagrosa, estando sentado en la barca, Pedro cae espantado a sus pies y grita: -“Aléjate de mí, que soy un hombre pecador, Señor!” (Luc 5, 8-9).También en Nazaret, cuando enseña en la Sinagoga, admiran “las palabras de gracia que salían de su boca”, luego se enfadan con él. Esto nos lleva a otro aspecto importante de su psicología de Maestro.
Siguientes apartados: 2. JESÚS EDUCA EN LIBERTAD, PORQUE AMA, POR ESO NO TIENE MIEDO. 3. JESÚS EDUCA EN LA FELICIDAD, EN LA ALEGRÍA QUE VIENE DE TENER A DIOS Y EL ESFUERZO EN LA LUCHA. 4. CONCLUSIÓN: CRISTO, EL MAESTRO COMPLETO
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