En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, ayúdame para que en este día pueda yo ser reflejo de tu amor hacia el prójimo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 5, 12-16
En aquel tiempo, estando Jesús en un poblado, llegó un leproso, y al ver a Jesús, se postró rostro en tierra, diciendo: «Señor, si quieres, puedes curarme». Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero. Queda limpio». Y al momento desapareció la lepra. Entonces Jesús le ordenó que no lo dijera a nadie y añadió: «Ve, preséntate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que Moisés prescribió. Eso les servirá de testimonio».
Y su fama se extendía más y más. Las muchedumbres acudían a oírlo y a ser curados de sus enfermedades. Pero Jesús se retiraba a lugares solitarios para orar.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Solo quiero que el día de hoy nos quedemos con una sola idea de este Evangelio, «y Jesús extendió la mano y lo tocó». Nuestro Señor rompió todas las barreras, traspasó los límites que la sociedad tenía contra los leprosos; no le importó que podían decir de Él y simplemente lo sano extendiendo su mano. Nosotros, como cristianos, podemos ayudar a tantos hermanos en Cristo, tan solo extendiendo nuestras manos hacia ellos, sin dejarnos llevar por el respeto humano, sin importar que digan los demás de nosotros, o de las obras buenas que podamos hacer por nuestros hermanos. Que realmente en nuestras vidas seamos la extensión del amor de Cristo hacia los demás: aquellos que más lo necesitan, los más desamparados, los marginados, los que no tienen un techo ni un hogar y de manera especial aquellos que necesitan del amor del Señor, todo a través de nuestras manos.
Pidamos el auxilio maternal de María santísima, que ella que siempre extendió sus manos hacia los más necesitados nos conceda la gracia de hacerlo como lo hizo su Hijo.
«Hermanos y hermanas, ninguna enfermedad es causa de impureza: la enfermedad ciertamente involucra a toda la persona, pero de ningún modo afecta o le inhabilita para su relación con Dios. De hecho, una persona enferma puede permanecer aún más unida a Dios. En cambio, el pecado sí que te deja impuro. El egoísmo, la soberbia, la corrupción, esas son las enfermedades del corazón de las cuales es necesario purificarse, dirigiéndose a Jesús como se dirigía el leproso: “Si quieres, puedes limpiarme”».
(Homilía de S.S. Francisco, 11 de febrero de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hacer un acto de caridad con aquel que en mi alrededor está sufriendo y necesita del amor de Cristo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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