Un reto que tienen los evangelizadores, es fijarse en los Evangelios y tratar de entender la forma de comunicarse de Jesús, así harán que sus homilías o intervenciones catequéticas sean ricas en gestos, signos y en apertura.
Baste, como hace el cardenal Martini, pensar en la curación del sordomudo (Marcos, 7, 31-37).
Nos vamos a acercar a la curación. Vemos que tiene tres partes fundamentales: la descripción del sordomudo, los signos y los gestos, el milagro y sus consecuencias.
1 ) La narración evangélica precisa ante todo el desaliento de este hombre porque no puede comunicarse. Es alguien que no oye e intenta expresarse con sonidos guturales. No sabe ni lo que quiere, porque es necesario que los otros lo lleven a Jesús, El caso es en sí mismo desesperante ) 7,31-32).
2) Jesús no realiza el milagro en seguida. Quiere ante todo entender lo que este hombre quiere. Se interesa por su caso y desea curarle.
Para ello, lo primero que hace, es separarlo de la multitud, del lugar del griterío y de las cosas milagrosas.
Lo lleva aparte, y con signos y símbolos le indica lo que va a hacer: le introduce los dedos en los oídos para abrir los canales de la comunicación, le unge la lengua con saliva para comunicarse con soltura. Son signos corpóreos que parecen chocantes. Pero, ¿cómo comunicar con quien está encerrado en su propio mundo y en su propia inercia?, ¿cómo expresar el amor a quien está bloqueado en sí mismo si no es con algún signo físico?
Observamos que Jesús comienza curando el oído. La curación de la lengua viene a continuación. A estos tres signos Jesús añade la mirada hacia lo alto, y un suspiro que indica su sufrimiento y su participación ante esta dolorosa condición humana.
Sigue la orden de EFETA (ábrete) (7,4). Es lo que la liturgia dice antes del bautismo de los adultos: el celebrante, tocando la oreja derecha e izquierda de los elegidos y con la boca cerrada, dice: EFFATA, para que pueda profesar la fe, la alabanza y la gloria de Dios.
3) Lo que viene a continuación de la orden de Jesús, se describe como apertura ( se le abrieron los oídos), se le desata la lengua y hablaba correctamente. Esta capacidad de expresarse llega a ser contagiosa y comunicativa: «Y le ordenó que no se lo dijera a nadie. Pero cuanto más se lo mandaba, más hablaba.
La barrera de la comunicación había caído, la palabra se extiende como el agua que ha roto las barreras del dique. El estupor y la alegría se difunden por los valles y ciudades de Galilea. Y todos decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos» (7-35-37). Este hombre es lanzado al vértice alegre de una comunicación auténtica.
Por eso podemos leer la parábola a la luz de nuestra cansina comunicación interpersonal, eclesial y social. Debemos darnos cuenta de nuestras propias dificultades comunicativas; dejarnos tocar y curar por Jesús y reabrir los canales de la comunicación a todos los niveles.
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