En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, amigo mío, vengo en este momento a estar un tiempo contigo. Quiero simplemente estar sin preocuparme de tantas cosas que poco a poco van ocupando mi corazón. Muchas veces busco el descanso en el confort de las cosas o en las distracciones pasajeras, que más o menos puedo disfrutar en el momento. Hoy vengo a tus pies para descansar contigo. Tú eres el que das la verdadera paz. Dame la paz, Señor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 25, 1-13
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco, previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron cada una un frasco de aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó un grito: ‘¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!’ Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: ‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando’. Las previsoras les contestaron: ‘No, porque no va a alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo’.
Mientras aquéllas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’. Pero él les respondió: ‘Yo les aseguro que no las conozco’.
Estén, pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
«Salieron a esperar al esposo» Nuestra vida es un espera, un espera del momento en que nos encontraremos cara a cara con Dios. Este mundo no es nuestra morada porque es el cielo nuestro destino. Y es justamente lo que hoy Jesús nos quiere enseñar. Parece como si Jesús nos estuviese diciendo «¡Amigo, espera en mí! Todo pasa y solamente Yo quedo».
Puede pasar que con los años vamos «acomodándonos» y olvidando nuestro destino. Cuando éramos niños y nos hablaban del cielo nuestros ojos se iluminaban y se llenaban de curiosidad «¿Cómo será el cielo?». Pero la verdad es que nos olvidamos un poco de eso mientras nos hacemos adultos y llegan las preocupaciones, trabajo, dinero,… No pensamos más ni a la muerte ni mucho menos en el cielo. Lo vemos como algo lejano que queremos retrasar lo más posible.
La realidad es que de repente nos despiertan de nuestro sueño. Vemos, por ejemplo, que algún amigo después de luchar contra el cáncer ha muerto; nos damos cuenta que nuestros antiguos profesores de colegio comienzan a pasar por los achaques de la vejez; nuestros padres ya no son los de antes… En fin, nos damos cuenta que la vida pasa y que pronto nos encontraremos nosotros también con la realidad de la muerte.
«Velad porque no sabéis el día ni la hora» Nadie tiene cita con la muerte y es lo que nos repite el Evangelio con esta frase final. O mejor, todos la tienen pero llega por sorpresa, de un momento a otro. Podremos revelarnos o quejarnos y decir que es injusto Dios, pero Él mismo nos lo avisa. Pero no sólo avisa sino que no invita a ver la muerte, no como algo triste, sino como algo alegre, como una fiesta. Debemos mantener la llama de la esperanza en nuestro corazón. Debemos anhelar llegar al cielo. Debemos de esperar ese momento con los ojos iluminados y llenos de curiosidad como cuando éramos niños. Eso significa tener aceite suficiente para recibir al esposo que llega.
«¿Cómo hacemos para evitar que la luz y la sal pierdan sus características? ¿Cómo se hace para evitar que el cristiano deje de ser tal, sea débil, se debilite precisamente su vocación? Una respuesta se puede encontrar en otra parábola, la de las diez vírgenes: cinco necias y cinco prudentes. La prudencia y la necedad, viene del hecho que algunas habían llevado consigo el aceite, para que no faltase mientras que las otras, jugueteando con la luz, se olvidaron y su luz acabó apagándose. También la lámpara, cuando comienza a debilitarse, nos dice que tenemos que recargar la batería. La conclusión es, por lo tanto, la misma: ¿Cuál es el aceite del cristiano? ¿Cuál es la batería del cristiano para producir la luz? Sencillamente la oración».
(Homilía de S.S. Francisco en Santa Marta, 7 de junio de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Esta semana voy a dedicar un momento para visitar un cementerio para pensar en cómo me estoy preparando para la muerte.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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