En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, aquí estoy. Tú me conoces. Sabes qué me motiva a venir contigo. Tú conoces mi corazón mucho mejor de lo que yo mismo me conozco. Tú ves mis grandezas y mis debilidades y me amas, así como soy. Gracias por tanto amor. Concédeme que te conozca, me conozca y que me arrepienta verdaderamente de mis pecados. Haz que te ame cada día más. María, acompáñanos en este momento de oración.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 4, 31-37
En aquel tiempo, Jesús fue a Carfanaúm, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Todos estaban asombrados de sus enseñanzas, porque hablaba con autoridad.
Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio inmundo y se puso a gritar muy fuerte: “¡Déjanos! ¿Por qué te metes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has Venido a destruirnos? Sé que tú eres el Santo de Dios”.
Pero Jesús le ordenó: “Cállate y sal de ese hombre”. Entonces el demonio tiró al hombre por tierra, en medio de la gente, y salió de él sin hacerle daño. Todos se espantaron y se decían unos a otros: “¿Qué tendrá su palabra? Porque da órdenes con autoridad y fuerza a los espíritus inmundos y éstos se salen”. Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy puede ser un buen día para hacerle esta pregunta a Jesús. ¿Por qué quieres entrar a mi vida? ¿Cuál es tu intención? Dejemos que Jesús responda. Escuchemos su voz: «He venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia» (Jn 10,10).
Hoy Jesús quiere que experimentes su gran amor por ti. ¿Tienes algo que pedirle? ¿Quieres que te libere de algún pecado? ¿Hay algo que quieres poner en sus manos? Puedes confiar en Él. Jesús «da órdenes con autoridad y fuerza a los espíritus inmundos».
Jesús, mi fiel amigo, en ti confío.
«Porque un Dios cercano y cotidiano, un Dios amigo y hermano nos pide aprender de cercanías, de cotidianeidad y sobre todo de fraternidad. Él no quiso tener una manifestación angelical o espectacular, sino quiso regalarnos un rostro hermano y amigo, concreto, familiar. Dios es real porque el amor es real, Dios es concreto porque el amor es concreto. Y es precisamente esta “concreción del amor lo que constituye uno de los elementos esenciales de la vida de los cristianos” Nosotros también podemos correr los mismos riesgos que los vecinos de Nazaret, cuando en nuestras comunidades el Evangelio se quiere hacer vida concreta y comenzamos a decir: “pero estos chicos, ¿no son hijos de María, José, no son hermanos de… son parientes de…? Estos, ¿no son los jovencitos que nosotros ayudamos a crecer…? Que se calle la boca, ¿cómo le vamos a creer? Ese de allá, ¿no era el que siempre rompía los vidrios con su pelota?”. Y lo que nació para ser profecía y anuncio del Reino de Dios termina domesticado y empobrecido. Querer domesticar la Palabra de Dios es tentación de todos los días».
(Homilía de S.S. Francisco, 27 de enero de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Jesús, ¿qué ha pasado en este encuentro contigo? ¿Qué me ha consolado? ¿Qué me ha hecho perder la paz? Tú conoces mi corazón. Concédeme que sea cada vez más uno contigo. En mí se han despertado deseos o rechazos. ¿Cuáles? Jesús, esté como esté mi corazón, yo sé que me amas. Yo también te amo, así como puedo. Haz que te ame más y que confíe más en Ti. María, gracias por acompañarnos. Ruega por mí y por el mundo entero.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a dedicar cinco minutos al final del día a agradecer a Jesús por los amigos que me ayudan a experimentar el amor de Dios y voy a pedirle por ellos.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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