En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
María enséñame a ser hijo de Dios, como tú lo fuiste.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 18, 1-5. 10. 12-14
En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más grande en el Reino de los cielos?».
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: «Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí.
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo.
¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿acaso no deja las noventa y nueve en los montes, y se va a buscar a la que se le perdió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella, que por las noventa y nueve que no se le perdieron. De igual modo, el Padre celestial no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Cómo me voy a hacer niño si tengo 20, 40, 60, u 80 años? Un niño pequeño lo que más necesita es la mirada amorosa de su papá y su mamá. Es dependiente de ellos, no puede vivir por sí solo. El niño sabe que necesita de sus papás y se deja querer por ellos. Pero llega un momento en la vida donde empieza a independizarse poco a poco de sus papás. Primero en la escuela, luego con los amigos, después en la universidad, en el trabajo; es el camino natural de crecimiento. Y a cada uno de nosotros nos sucede lo mismo, ya no buscamos la mirada amorosa de nuestros papás, aunque la sigamos necesitando. El camino espiritual va creciendo a la par del camino físico y también nos empezamos a independizar de nuestro Padre celestial, aun cuando tenemos gran necesidad de Él.
En este Evangelio Jesús nos dice que «nos hagamos como niños»; que nos dejemos querer por Él. Que regresemos a la dependencia de amor que teníamos cuando éramos niños, inocentes y puros. El que es puro recibe a Jesús. Por eso dice: «el que reciba a un niño… me recibe a mí». Él habita en los que viven la infancia espiritual. Seamos como los niños, que, aunque en ocasiones son llorones, hacen berrinche, piden y piden, al final del día saben que todo lo que tienen y son se debe a que su Padre los ama. Seamos hijos amados del Padre. ¿Qué tanto me siento hijo del Padre?
«La Escritura nos habla de la persona humana creada por Dios a imagen suya. ¿Qué otra afirmación más rotunda se puede hacer sobre su dignidad? El Evangelio nos habla del afecto con el que Jesús acogía a los niños, tomándolos en sus brazos y bendiciéndolos, porque “de los que son como ellos es el reino de los cielos”. Y las palabras más fuertes de Jesús son precisamente para el que escandaliza a los más pequeños: “Más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar”. Por lo tanto, debemos dedicarnos a proteger la dignidad de los niños con ternura, pero también con gran determinación, luchando con todas las fuerzas contra esa cultura de descarte que hoy se manifiesta de muchas maneras en detrimento sobre todo de los más débiles y vulnerables, como son precisamente los menores».
(Discurso de S.S. Francisco, 6 de octubre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Agradecerle a Dios por ser mi Padre y por amarme.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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