En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, por encima de mis deberes tengo la necesidad de escucharte, de hablarte, de tener un encuentro. Quiero estar a tu lado, al menos por unos momentos, para que cambies mi mente y mi corazón y que de esta forma pueda pensar en ti y amar a todos a través de ti.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 16-23
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “Yo los envío como ovejas entre lobos. Sean, pues, precavidos como las serpientes y sencillos como las palomas.
Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Pero, cuando los enjuicien, no se preocupen por lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque en ese momento se les inspirará lo que han de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes.
El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin, se salvará.
Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra. Yo les aseguro que no alcanzarán a recorrer todas las ciudades de Israel, antes de que venga el Hijo del hombre”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En la medida en que una elección es profunda surge una mayor renuncia a bienes instantáneos. Por ejemplo, yo renuncio a comprar un viejo auto ahora, pero porque quiero comparar un auto mejor… necesito ahorrar. He hecho una elección que conlleva una renuncia actual de cara a algo mejor.
Esta es la capacidad del hombre para elegir esto o aquello de cara a algo mejor. Pero ¿qué pasa cuando la meta, la razón es Cristo? Nosotros renunciamos a todos los bienes instantáneos. Cuando la meta es Cristo todo pierde importancia. Si no encontramos razones profundas, perdemos la capacidad de renunciar a placeres actuales. No se trata de ignorarlos, sino de tomarlos de cara a la meta final.
El cristiano hace una elección. Esta elección es la causa de un estilo de vida. Si hemos elegido a Cristo, hay consecuencias. No todos pueden entender el significado de una renuncia por una persona que vivió hace dos mil años. En realidad, las elecciones y las renuncias que conllevan se fundan en una experiencia de un Cristo que vive y que vive en nosotros. No es una idea bonita, sino una realidad que tiene la fuerza para guiar cada uno de nuestros actos.
Tenemos un estilo de vida. Él es nuestra causa, Él es quien habita en nosotros y, por lo mismo, Él es la fuente de nuestro hablar, de nuestro amar, de nuestro caminar hacia una meta que sobrepasa la riqueza actual. Cuando Cristo es la meta, automáticamente Cristo es la razón por la cual hablamos, pensamos, vivimos…
Si Él es nuestra razón para vivir, Él estará presente en todo lo que hagamos.
«Los cristianos entonces deben hacerse encontrar siempre “en el otro lado” del mundo, el elegido por Dios: no perseguidores, sino perseguidos; no arrogantes, sino dóciles; no vendedores de humo, sino sometidos a la verdad; no impostores, sino honestos. Esta fidelidad al estilo de Jesús —que es un estilo de esperanza— hasta la muerte, será llamada por los primeros cristianos con un nombre bellísimo: “martirio”, que significa “testimonio”. Había muchas otras posibilidades, ofrecidas por el vocabulario: se podía llamar heroísmo, abnegación, sacrificio de sí. Y en cambio los cristianos de la primera hora lo llamaron con un nombre que perfuma de discipulado».
(Audiencia de S.S. Francisco, 28 de junio de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy intentaré renunciar a algo por Cristo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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