En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, te pido que te hagas presente en mi vida, y de forma especial, en este momento de oración. Ayúdame a escuchar tu palabra, a interiorizar tu mensaje y a predicar tus enseñanzas con el ejemplo de mi vida cristiana, para ser así, un fiel colaborador en la extensión de tu reino. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 21, 15-19
En aquel tiempo, le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”.
Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él le respondió: “Sí, Señor; tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Pastorea mis ovejas”.
Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería, y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.
Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con que género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Algunas de las historias más exitosas del cine y la literatura han sido sin duda alguna, las historias de amor. El momento más dramático de estas historias es cuando el público se encuentra con la tristeza y decepción de un personaje enamorado, quien después de muchos esfuerzos y sacrificios, no ha sido correspondido. Podría ser un esposo o esposa que no valora a su pareja, un hijo o hija que es indiferente a sus padres o incluso un amigo que no reconoce el gran valor de las personas que lo rodean.
Nosotros, en la vida real, hemos sido creados para amar por un Dios que es Amor, que ama y desea ser amado. De aquí la tristeza de san Pedro ante la pregunta del Señor, pues reconoce que Cristo lo había amado hasta la muerte, y él negado por temor. Pero el problema de esto es que, en ocasiones, nos olvidamos de que Dios no espera de nosotros un amor perfecto, sino un amor sincero, es decir, tal vez con errores y caídas, pero, sobre todo, perseverante.
Dicen que «no se valora lo que se tiene, hasta que se pierde» así pues, si una relación se rompe y después logra la reconciliación, el fruto será un amor incluso más grande que el primero. Así le sucedió a san Pedro, quién después de su conversación con el Señor, se enamoró de Él al grado de vivir desde ese día y hasta el día de su martirio, en el cumplimiento fiel de la voluntad del Señor.
«Dios llama, Dios sorprende porque Dios ama. Su lenguaje es el amor. Por eso pide a Pedro y nos pide a nosotros que sintonicemos con su mismo lenguaje: “¿Me amas?”. Pedro acoge la invitación y, después de tanto tiempo pasado con Jesús, comprende que amar quiere decir dejar de estar en el centro. Ahora ya no comienza desde sí mismo, sino desde Jesús: “Tú conoces todo”, responde. Se reconoce frágil, comprende que no puede seguir adelante sólo con sus fuerzas. Y se funda en el Señor, en la fuerza de su amor, hasta el extremo […] He aquí el milagro de Dios que, si nos dejamos guiar por su amor, hace de nuestras vidas obras de arte. Tantos testigos de la Pascua en esta tierra bendita han realizado obras maestras magníficas, inspirados por una fe sencilla y un gran amor. Entregando la vida, fueron signos vivientes del Señor sabiendo superar la apatía con valentía y ofreciendo una respuesta cristiana a las inquietudes que se les presentaban. Hoy estamos invitados a mirar y descubrir lo que el Señor hizo en el pasado para lanzarnos con Él hacia el futuro sabiendo que, en el acierto o en el error, siempre volverá a llamarnos para invitarnos a tirar las redes».
(Homilía de S.S. Francisco, 5 de mayo de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Señor Jesús. Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo, y deseo amarte para siempre tal y como soy, con mis cualidades y defectos. Gracias por darme Tú el ejemplo para aprender a amar, por tu entrega en la cruz y tu presencia en la Eucaristía. Dame la gracia de perseverar en el amor todos los días de mi vida, para alcanzar, así, la vida eterna. Amén.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Renovaré mi amor a Dios con una pequeña oración de consagración, y repetiré varias veces durante el día, a modo de jaculatoria, las palabras del Evangelio: «Señor, Tú sabes que te amo».
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia;
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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