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La vida eterna comienza aquí en el mundo pues consiste en que te conozca a ti
Identidad

La vida eterna comienza aquí en el mundo pues consiste en que te conozca a ti

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, siempre me hablas desde lo más profundo de tu corazón; en cada instante de mi vida estás Tú. Dame la gracia de, en este momento, centrarme sólo en ti y en lo que Tú me quieres decir para así conocerte más, a través de ti, conocer al Padre y después, poder llevarte a los demás.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 17, 1-11

En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: «Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo también te glorifique, y por el poder que le diste sobre toda la humanidad, dé la vida eterna a cuantos le has confiado. La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado.

Yo te he glorificado sobre la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame en ti con la gloria que tenía, antes de que el mundo existiera.

He manifestado tu nombre a los hombres que tú tomaste del mundo y me diste. Eran tuyos y tú me los diste. Ellos han cumplido tu palabra y ahora conocen que todo lo que me has dado viene de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste; ellos las han recibido y ahora reconocen que yo salí de ti y creen que tú me has enviado.

Te pido por ellos; no te pido por el mundo, sino por éstos, que tú me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío. Yo he sido glorificado en ellos. Ya no estaré más en el mundo, pues voy a ti; pero ellos se quedan en el mundo».

Palabra de Dios.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Es bueno de vez en cuando preguntarme: ¿Cómo es mi oración con Jesús? ¿Cómo son esos encuentros personales o íntimos con Aquel que ha dado la vida por mí? ¿Son unos momentos más en mi vida? ¿Platico de lo que hay en mi corazón en ese momento? ¿Creo que con el que hablo es Cristo, el Hijo de Dios vivo? ¿Qué pasa cuando son momentos difíciles, cuando hay preocupación, temor, angustia?

Jesús está hablando desde la profundidad de su corazón, se está dirigiendo al Padre desde la mayor intimidad que puede existir. No hay nada más, no hay otra cosa, Jesús da el lugar correcto a cada momento y olvida todo pues está unido al Padre. Y su oración, como siempre, es una oración por cada uno de nosotros, por mí. Está cerca de la hora, pero no deja de pensar en ningún momento en aquellos a quienes el Padre le ha dado. Seguramente el corazón de Jesús tiene temor, sufrimiento, angustia, pero Él deja de lado todo eso para pensar únicamente en los demás. En aquellos que deja en el mundo.

Puedo pensar que el mundo no tiene solución, que la situación actual del mundo es un castigo por nuestras malas obras o es culpa del gobierno. Pero eso no lo pensaba Jesús en ese momento, sino que ruega para que, estando en el mundo, pueda hacer una prueba de la vida eterna. La vida eterna no es después de la muerte, gracias a Jesús, que dio la vida por cada uno de nosotros, puedo gozar una mínima parte de esa vida eterna al unirme a Él desde mis propias limitaciones. El ejemplo ya lo tengo, la unión con Él a través del Evangelio, de la Eucaristía, de la Cruz.

«En la Pascua vemos que el Padre glorifica al Hijo, mientras que el Hijo glorifica al Padre. Ninguno se glorifica a sí mismo. Hoy nosotros podemos preguntarnos: “¿Para qué gloria vivo? ¿La mía o la de Dios? ¿Solo quiero recibir de otros o también dar a otros?”. Después de la Última Cena, Jesús entra en el huerto de Getsemaní y también aquí reza al Padre. Mientras los discípulos no logran estar despiertos y Judas está llegando con los soldados, Jesús comienza a sentir «miedo y angustia». Experimenta toda la angustia por lo que le espera: traición, desprecio, sufrimiento, fracaso. Está «triste» y allí, en el abismo, en esa desolación, dirige al Padre la palabra más tierna y dulce: «Abba», o sea papá (cf. Mc 14, 33-36). En la prueba, Jesús nos enseña a abrazar al Padre, porque en la oración a Él está la fuerza para seguir adelante en el dolor. En la fatiga, la oración es alivio, confianza, consuelo. En el abandono de todos, en la desolación interior, Jesús no está solo, está con el Padre. Nosotros, en cambio, en nuestros Getsemaníes a menudo elegimos quedarnos solos en lugar de decir “Padre” y confiarnos a Él, como Jesús, confiarnos a su voluntad, que es nuestro verdadero bien. Pero cuando en la prueba nos encerramos en nosotros mismos, excavamos un túnel interior, un doloroso camino introvertido que tiene una sola dirección: cada vez más abajo en nosotros mismos. El mayor problema no es el dolor, sino cómo se trata».
(Audiencia de S.S. Francisco, 17 de abril de 2019).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Buscaré momentos de mi día para hacer un encuentro personal con Cristo en la oración.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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