Uno de nuestros personajes mexicanos dignos de imitar es sin duda San Rafael Guízar Valencia. Su vida es ejemplo no sólo para obispos, sacerdotes, religiosos, sino para todo seglar que busca vivir una fe comprometida.
San Rafael Guízar Valencia nació en Cotija, Michoacán el 26 de abril de 1878, sus padres Prudencio Guízar González y Natividad Valencia Vargas.
El primero de junio de 1901, a sus 23 años, se ordenó sacerdote. Fue Quinto Obispo de Veracruz,nombrado por Benedicto XV, el primer día de agosto de 1919.
Muere el 6 de junio de 1938. En 1950 exhuman su cuerpo y lo encuentran incorrupto.
Beatificado el 29 de enero de 1995 por San Juan Pablo II y canonizado el 15 de octubre del 2006 por el Papa Benedicto XVI.
Al acercarse a la vida de San Rafael Guízar Valencia se confirma la importancia del papel de los padres en la educación y formación de los hijos. El imitó de sus padres el amor a Dios, a la Santísima Virgen y a los pobres. En su casa se cantaba y se tocaban varios instrumentos musicales. Él utilizó el acordeón para atraer a las personas a Dios.
Una lectura que reforzaría lo ya aprendido en casa, sobretodo en el desprendimiento y vida de pobreza, fue la lectura de la vida San Alejo, hijo de un Conde Romano muy acaudalado. Repartió todos sus bienes en Siria hasta convertirse en un mendigo más. Regresa a Roma donde vive 17 años más bajo esas condiciones.
Su generosidad se manifestó siendo un joven seminarista. Con el afán de ayudar a varios de sus compañeros, a pagar sus útiles escolares, libros, ropa, colegiaturas, vendía dulces y helados. También realizaba rifas para pagar sus misiones; invariablemente repartía lo que tenía.
Esta generosidad continuó toda su vida al grado de vender su anillo y cruz episcopal para suavizar el hambre, el dolor de los pobres y en su lugar portaba una cruz de latón.
La pureza fue una virtud que siempre lo acompañó. Debido tal vez a que Dios grabó en su corazón el deseo del cielo. Cielo que se veía reflejado en el azul de sus ojos.
Trabajador incansable.
Una de sus frasespreferidas era: “Ya tendré tiempo para descansar en el cielo”. El trabajaba para ganar el mayor número de personas para Dios. Y así lo hizo confesando en el campo de batalla a católicos e incluso a quienes se consideraban enemigos de la Iglesia.
Con respecto a su carácter, era alegre, abierto, optimista. Todas estas cualidades cumplieron su objetivo en las misiones. Cuando no lograba atraer a la gente recurría a su acordeón, a sus canciones y lograba su objetivo.
Poseía una vida profunda de oración y fe.
Él iniciaba su día con una hora de oración, aunque se puede decir que su vida entera fue una oración. Conocedor de la fuerza que tiene la oración buscaba las plegarias de las religiosas y sacerdotes para lograr el éxito en sus misiones. En San Juan Bautista (hoy Villahermosa capital de Tabasco) mandó a sus misioneros con termómetro en mano ante el Santísimo para orar y lograr que descendiera la temperatura de 45 grados a 39 para poder misionar. En otra ocasión suplicó a Dios que cesara la lluvia para continuar la misión y lo consiguió.
Amor profundo a la Virgen.
En los festejos del cuarto centenario de las apariciones de la Virgen, del 12 de diciembre de 1931, no se le invita a la ceremonia, pero para no dejar pasar tal fiesta los padres Carranza y Benjamín Guízar, lo llevan a celebrar misa a las tres de la madrugada. Él regresa a la ceremonia como parte de los fieles mientras los demás obispos celebran la misa. El pueblo identifica a Guízar Valencia entre ellos, quien por sus vestiduras gastadas parece un pordiosero, y al mismo tiempo le gritan: “¡Viva el obispo de Veracruz, viva el obispo santo!”. Esto conmueve a quienes se encuentran en el altar y piden que lo revistan y suba para continuar la misa en el lugar que le corresponde.
Practicaba el amor a los presos.
Encontraba a Cristo en todos sus hermanos, en especial a los más necesitados. Llegó a pasar varios días en la cárcel comiendo y durmiendo en una celda como cualquiera de ellos, logrando ganar sus corazones para Dios.
Vivía en Pobreza y sencillez.
Una persona que no se envanecía de su inteligencia ni de su riqueza. Al contrario, tuvo la fortuna de que sus hermanos (fueron 10 en total) al morir sus padres, cuatro de ellos (uno, Obispo de Chihuahua, y tres monjitas Teresianas) renunciaron a su herencia para cederla a su hermano Rafael, quien dispuso de esos bienes. Con esos recursos fundó el colegio Teresiano en Zamora, Michoacán con el lema: “Quien educa a una mujer, educa a una familia”. Otros más los destinó a la fundación de una congregación de sacerdotes Esperancistas que finalmente desapareció, debido a la situación de persecución que vivió la Iglesia en esos tiempos.
Aceptación de las pruebas que Nuestro Señor permitió en su vida.
Las aceptó como Job: “El Señor me lo dio, el Señor me lo quito, bendito sea su nombre”. Al Obispo Cázares de Zamora, Michoacán afectado en sus facultades mentales por enfermedad, le hacen llegar un escrito que habla mal de su persona, haciéndole creer que fue escrito por el Padre Rafael Guízar. Él, sin mayor investigación, lo despide como padre espiritual y profesor del seminario, también le prohibe celebrar, confesar, predicar, ejercer algún ministerio. Lo que más le dolía al Padre Rafael, era ver atado el ejercicio de su sacerdocio. Sin embargo jamás permitió que se hablara mal de su Obispo, al mismo tiempo que redoblaba su oración. El confiaba y esperaba que Dios pusiera remedio y así lo hizo. Su castigo duró dos años.
Gran Valentía.
Cuando se desató la Revolución Mexicana, después del Porfiriato en 1910, Francisco I Madero sube a la presidencia y es asesinado por Victoriano Huerta, por lo que grupos de Carrancistas, Villistas y Zapatistas buscan el poder. Son muchos momentos de revueltas y enfrentamientos en los que el Padre Rafael Guízar expone su vida disfrazándose de vendedor, doctor, músico con el fin de confesar, y llevar la Eucaristía a los moribundos. Oportunidad inmejorable de salvar almas.
Es desterrado de su país de 1915 a 1919. Pasa un año misionando en Austin, Texas, otro en Guatemala y dos en Cuba, con el seudónimo de Padre Rafael Ruíz para ocultar su identidad. Estos años fueron de grandes frutos misioneros. Le preguntaban a un oriundo en la Habana:¿Por qué iba a las misiones con el padre? el contestó: “Porque éste cree en lo que enseña”. También mostró su caridad en la Habana con los afectados por la epidemia de la peste.
El Papa Benedicto XV lo nombra Obispo de Veracruz, por lo que sale de Cuba en diciembre de 1919.
Le tocó vivir en la época del presidente Plutarco Elías Calles, quien promulgó la Ley Calles. A partir del 14 de junio de 1926 se desencadenó la más violenta persecución contra la Iglesia Católica, sus sacerdotes y fieles; Calles expropió conventos, episcopados, seminarios, casas parroquiales, asilos y escuelas de la Iglesia.
El destino de los sacerdotes en ese tiempo era el destierro, encierro o entierro. Monseñor buscó defender a la Iglesia sin claudicar y sin medios violentos; logró que Veracruz se mantuviera en calma.
Adalberto Tejeda, gobernador de Veracruz promulgó un decreto conocido como ley Tejeda en la que buscaba desaparecer a todos los sacerdotes para acabar con “el fanatismo del pueblo”.Él ofreció una recompensa a quien entregara vivo o muerto a Monseñor Guízar Valencia.
Usa los medios de comunicación para dar a conocer la palabra de Dios. Fundó el periódico La Nación con el fin de difundir el pensamiento de la Iglesia, y contrarrestar la campaña persecutoria contra la misma. Este periódico tuvo una vida breve ya que fue confiscado por los Carrancistas.
Enviaba invitaciones personales y llamativas impresas a las casas para convocar a las personas a las misiones. Imprimió los cuatro evangelios y los repartió gratuitamente en su diócesis.
Redactó un librito:“La salvación de los niños”.Contiene lo más puro y amable de la Doctrina apostólica sin ser una obra brillante a nivel literario. Deja una huella profunda en el espíritu. Habla de la grandeza de los niños y de la necesidad de los sacerdotes de sacrificar la vida misma por ellos.
Vivió una devoción profunda al Sagrado Corazón de Jesús.Insistía en que los jóvenes intensificaran su oración y la comunión frecuente. Fomentó la adoración nocturna al Santísimo, lo mismo que misas los primeros viernes de mes.
Sus talentos personales los puso a disposición de su misión.
Compuso varias canciones que cantaba en toda ocasión: “Oh dulce Jesús mío, perdón, perdón, perdóname Dios mío, perdón, perdón…“ También a la Santísima Virgen: “Oh Virgen Santa, Madre de Dios, sois la esperanza del pecador…”
Se ingeniaba para atraer la atención de la gente en el pueblo y acercarla a la misión con cantos, acordeón, dulces… lo que fuera necesario y estuviera en sus manos. (A pesar de que había bailes y otras distracciones en los pueblos, lograba captar la atención de las personas.)
Vivió la pobreza a fondo.
Tanto así que le llegaron a decir “el San Francisco mexicano.”Renuncia a vivir en la casa episcopal. Vende su anillo y su cruz episcopal.
Cuando llega al puerto de Veracruz. En lugar de ir a Jalapa a tomar posesión del obispado, prefiere dirigirse a ayudar a los damnificados por el temblor del primero de enero de 1920.
El doctor Ignacio Chávez que lo atendió del corazón comentó “¡En qué estado de pobreza vive el príncipe de la Iglesia! Estando enfermo siguió misionando con la oración y el sacrificio.
Amó profundamente a las almas.
Él dijo: “Soy capaz de dar un ojo por las almas”. A pesar de sus enfermedades y las peticiones del doctor,no descansaba, le aquejaba la diabetes, disminución de la vista, flebitis, insuficiencia cardiaca, trastornos del pulmón, úlceras varicosas,… decía: “Descansaré en el cielo”.
El buscó en las misiones evangelizar y catequizar a las personas.
Él decía que se había ordenado sacerdote para salvar almas.El último día de su vida dijo: “Yo quisiera seguir viviendo hasta que todos los hombres sobre la tierra amasen a Nuestro Señor”, “Yo le pido a Nuestro Señor que me conceda vivir aún más para salvarle almas, o que me conceda, Él sabrá cómo, seguir misionando aquí en la tierra después de muerto”.
Hizo la voluntad de Dios.Ya muy enfermo comentaba “Si yo pudiera seguir misionando, seguir enseñando el catecismo a los niños, que hermoso. Pero más hermoso es hacer la voluntad de divina”.
Amó profundamente al Santísimo Sacramento.
Monseñor Guízar Valencia suplicaba en sus visitas pastorales que lo alojaran en una habitación que estuviera en el ámbito mismo del templo para estar cerca del Santísimo. Enfermo seguía las misas desde su lecho. “El lema de su escudo episcopal fue: “Alabado sea el Santísimo Sacramento.”
Conciliador.
En la época de los cristeros, no permitió que se levantaran los veracruzanos en armas. Trató más bien de arreglar las cosas de forma pacífica. Usaba las armas de la prudencia y la caridad, como apóstol y soldado de Cristo.
Una de las grandes características fue su espíritu misionero. El misionaba desde antes de ordenarse sacerdote y siguió así toda su vida. Atraía y cambiaba las multitudes. Se acercaba a la mayoría de personas sin excepción. Evangelizando, regularizando matrimonios, confesando,(pasó más de un tercio de su vida confesando), cosechó la riqueza que siempre le apasionó: llevar el tesoro de la fe, de la vida de gracia, del amor de Dios a los más necesitados y alejados de Dios. Él evangelizó con su palabra y con su vida.
Una reflexión
Actualmente nos enfrentamos con problemas serios que deben ser resueltos con decisión y valentía, amando a Dios, defendiendo la familia yla vida. Tenemos un ejemplo de un hombre, que por cierto, le tocó vivir momentos de mucha dificultad y que gracias a su amor y ardor por las almas logró que muchos experimentaran el amor de Dios para llevarlos al cielo.
San Rafael nos invita a defender nuestros valores y nuestra fe con la acción y con la oración. No podemos quedarnos con los brazos cruzados ante las necesidades actuales de nuestra sociedad.
Recordemos sus palabras:
“Así como en la tierra la savia es la vida de las plantas…. La vida de la Iglesia, la vida de las naciones, la vida de los pueblos, la vida de las familias, la vida de los individuos, está en el Corazón de Jesucristo Sacramentado….”
Bibliografía:
Joaquín Antonio Peñalosa, Rafael Guízar a sus órdenes, Editorial JUS, México D.F., 4ª Edición 1982
Carlos Loret de Mola, Ángel sin ojos, la vida milagrosa del beato Rafael Guízar Valencia, Editorial Grijalbo, México D.F. Tercera edición, 1995.
Colaboración en el Periódico Semanario Diocesano Guadalajara Jal. Y en el periódico Desde la Fe, México D.F.
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